Cómo les mola a los políticos diferenciarse en el lenguaje. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen y sólo ellos lo entienden. Con la ayuda de los medios de comunicación, ese nuevo idioma se instala en territorio del habla común, aunque pocas personas comprendan realmente el significado de lo que dicen. ¿Y a quién le importa? Creo que a casi nadie. En realidad, con los nuevos vocablos o expresiones, ellos mismos se ponen en valor, como les encanta decir y recordaba recientemente un gran columnista y enamorado del español. Viene esto a cuento de la investigación que he iniciado para averiguar qué quiere decir eso de Industria 4.0. La pesquisa la he arrancado con algo que fuera 2.0, por empezar. Existe la Web 2.0 y la 3.0, siempre mandando a galeras a la maldita coma castellana en beneficio del molón punto inglés. La primera alude a comunidades web, servicios de red social y otras palabras que no comprendo como mashups y folcsonomías; la segunda va más allá, y entiendo menos. Y llegamos a la Industria 4.0, algo así como una nueva manera de organizar los medios de producción con las nuevas tecnologías. ¿Será cosa buena? Lo dudo, porque intervienen en ella dos términos ya apropiados por el idioma del político: adaptabilidad y flexibilidad. En cuanto a 5.0, sólo he encontrado Hawai.