La nueva estación de autobuses lleva varios meses en funcionamiento. Como es costumbre, los medios de comunicación ya han realizado los balances de rigor, entrevistando a usuarios y vecinos directamente afectados por su construcción. Los hay contentos y descontentos -lo contrario sería ciencia-ficción- y también los hay miopes, como un señor que se quejó de que no encontraba la parada de taxis: si no conocen la estación de autobuses, les aseguro, porque vivo a unos pasos y ya la he utilizado en varias ocasiones, que está perfectamente señalizada. Pero quitémosle importancia a estas pequeñas cosas: forman parte del paisanaje de Gasteiz, como esos conductores que, cuando van a dejar o a recoger a un familiar en la estación, dejan el coche de cualquier manera sin darse cuenta, o sin preocuparse por mirar un poco a su alrededor, de que existen zonas específicamente dedicadas a tal menester. Más relevante me parece intentar que los autobuses no crucen la ciudad, que para eso, digo yo, se construyó la estación en Lakua. Por el bien común, que como motivo sigue teniendo su aquel, sería deseable que no hubiera ninguna parada salvo la de la estación misma. Liberaríamos así la Avenida de Gasteiz de los humos y del tráfico que le sobran. Es como más verde, ¿no les parece?
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