Establecer un análisis comparativo de los resultados de las elecciones andaluzas exige extremar la precaución, dado que la actual amplitud de la oferta electoral no se había dado con anterioridad, salvo en las elecciones al Parlamento Europeo del pasado año y, aun en ese caso, el nivel de participación es evidentemente inferior y la motivación del voto, matizadamente distinta. Así, en cuanto a número de sufragios, las cuatro primeras formaciones de estas elecciones andaluzas pueden ufanarse del reparto de ese 1,3 millones de votos más respecto a las urnas europeas en Andalucía, contrariamente a IU y UPyD -esta última opositando hacia la irrelevancia política-, que se han dejado 36.281 (-13%) y 113.747 (-59%) votos respectivamente. Ese aumento y el hecho de seguir siendo primera y segunda fuerza ha permitido a PSOE y PP y a algunos analistas minimizar la amenaza sobre el bipartidismo y el disgusto social con los partidos de implantación estatal que se podrían denominar históricos o tradicionales. Sin embargo, ese análisis es incompleto. En primer lugar, Podemos ha logrado en apenas un año triplicar su número de votos -con un crecimiento de 400.129 apoyos- y Ciudadanos ha multiplicado por seis los suyos, con 322.689 votos más, lo que supone que casi uno de cada dos votos de la suma de quienes no votaron en las europeas y de los votos perdidos por IU y UPyD han ido a parar a uno de esas dos formaciones. O, si se prefiere, PSOE y PP han perdido uno de cada dos de los votos no fidelizados que hasta ahora se podían considerar que fluctuaban o se repartían entre ambos partidos. Entre ambos han cedido 559.476 votos -116.437 el PSOE y 443.039 el PP- respecto a las andaluzas de 2012. Y curiosamente esos votos -sumados a los perdidos por IU y UPyD- dan las mismas 722.000 papeletas que suman hoy Podemos y Ciudadanos. Si se trata de proyectar los resultados hacia las elecciones estatales al Congreso, teniendo en cuenta que Andalucía es el principal granero de votos socialistas y que el PP logró hace sólo tres años la victoria en esa comunidad por primera vez, el panorama se presenta endiablado puesto que, como mínimo, cualquiera de los dos necesitaría de pactos para garantizar la gobernabilidad, con el riesgo para Podemos y Ciudadanos de que podrían acabar fagocitados.