Andaba yo decidiendo sobre qué escribir en estas líneas, dudando entre la nieve en invierno en Vitoria, el viacru-CIS de Pedro Sánchez -no es mío, lo confieso-, cuando me asalta una noticia protagonizada por un chaval texano de nueve años. Aiden Steward se llama nuestro pequeño héroe de hoy. A Aiden algún compañero del cole le debió de tocar las narices y, en lugar de responder con una colleja o con la clásica amenaza del primo de Zumosol -que Vito Corleone perfeccionó en forma de cabeza de caballo entre las sábanas-, nuestro chaval le mostró el Anillo Único, Ya saben mi tessssooooro, el que fue forjado en el Monte del Destino, el que ambicionaba Sauron, “un Anillo para gobernarlos a todos, un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas” -ostras, de pronto he pensado en elecciones-. Pues va Aiden y le dice a su colega que menos lobos, que te pongo el Anillo y desapareces como Bilbo Bolsón el día de su cumple y te cagas. Joder, y no es que el colega se achante, es que la escuela expulsa a Aiden. El padre ha declarado: “Le aseguro que mi hijo carece de los poderes mágicos necesarios para amenazar la vida de su amigo y si los tuviera, estoy seguro de que lo traería de vuelta”. Sólo puedo añadir, citando a Gandalf por supuesto, “¡corred insensatos!”.
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