El primer mensaje navideño de Felipe VI como jefe del Estado español fue tan parco en novedades y propuestas como en contenido, dado que el monarca, con 1.645 palabras, se limitó a plantear ideas recurrentes, conceptos repetidos y hasta obsoletos y términos que han perdido todo significado debido al desgaste de su continua utilización por unos y otros en la verborrea política. Flotó Felipe VI sobre la corrupción, como si la Casa Real a la que él pertenece no hubiese cobijado caso ninguno, como si miembros de su familia no fueran a ser juzgados por fraude, cuando no malversación; y como si la monarquía española no hubiera sido también motivo, e incluso medio, para el enriquecimiento de su predecesor en el trono, en cuya abdicación tuvo mucho que ver el desapego popular ante ciertos episodios muy poco edificantes de su vida. Y eludió además señalar las razones que han convertido al sistema político sobre el que se sujeta la monarquía española en campo abonado de actitudes deshonestas. Muy al contrario, llegó a destacar como bien común la consecución de la alternancia política que ha originado la lacra que dice pretender combatir. Por otro lado, Felipe VI aludió, sí, a la crisis económica, a las dificultades sociales que esta genera y a la incertidumbre en el futuro que afecta a millones de familias, pero solo para otorgar el placet a la nueva situación de inicio de recuperación que pretende publicitar el Gobierno de Mariano Rajoy de cara al ciclo electoral de 2015 y para la manida simpleza de que la economía debe estar al servicio de las personas sin desgranar siquiera una mínima iniciativa tendente a acercar dicho buenismo ético a la realidad. Finalmente, en cuanto a la concepción y configuración del Estado español, Felipe VI se limitó a solicitar respeto a la Constitución y continuidad en la construcción de su proyecto, precisamente cuando en todo el Estado se alzan voces exigiendo su reformulación; se refirió a Catalunya para situarla dentro del marco que la propia Catalunya -las personas al servicio de las cuales también debe estar la política- ha dado por superado por amplísima mayoría y eludió cualquier referencia a la plurinacionalidad (por supuesto, también a Euskadi y a su proceso de paz) del Estado o, más bien, la eliminó al citar una sola conciencia nacional. En definitiva, más de lo mismo.
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