Propongo un ejercicio: echar un ojo a la rueda de prensa que el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, se marcó el pasado viernes sin fijarnos tanto en si probó o no su inocencia en el asunto de los viajes a Canarias, como en la representación de lanzamiento electoral. “He estado atrapado en una tormenta de arena, un ser humano obligado a demostrar su inocencia...”. Asumamos que la presunción de inocencia se le ha negado desde el minuto uno, es cierto; pero tampoco ha contribuido demasiado que sus versiones hayan variado de A a B y a C en 24 horas. El viernes, más que desmentir con datos, Monago se dedicó a darse golpes en el pecho y a la levitación como mártir de un contubernio -genovés, que es la impresión que trasladó francamente-, a presentarse como azote de la corrupción rollo Viriato y modelo de honestidad -que él paga el gas y la luz de su casa, dijo, y no tiene parabólica-. “A mí ya me avisaron de que esto iba a pasar y lo estaba esperando”: Monago devolviendo la pelota con fuegos artificiales. Conclusión: Monago es víctima de una pérfida conspiración de enemigos políticos -propios y ajenos- que pretenden engañar al pueblo extremeño; pero él, “un ser humano obligado a demostrar su inocencia”, luchará hasta el final y volverá a ser candidato. Pues eso.