solían decir los italianos que daba igual quién ganara las elecciones en su país o quién figurara como gobernante, pues lo que funcionaba era el sottogoverno. Se trataba de un peculiar sistema político operativo al margen de vaivenes coyunturales e independiente de los tres poderes clásicos, sostenido por los tres partidos fácticos, a la sazón la Democracia Cristiana, el PCI y el Partido Socialista, que eran como pilares del Partenón. Y, sin embargo, después de más de 40 años de establishment, de la noche a la mañana -en un período de tres años escasos- los tres grandes partidos se derrumbaron y con ellos todo el andamiaje del Partenón de la partitocracia. Los últimos casos de corruptelas en España -desde los regalos de la Gürtel hasta la amiguismocracia del PP madrileño, pasando por los ERE de cuadrillas sindicales o la juerga indecente de las tarjetas black- no sólo tienen pinta de ser la gota que colma el vaso del aguante del personal, sino que apuntan directamente al sottogoverno de las grandes estructuras partidarias, por mucho que ellos se empeñen en desviar el tiro hacia comportamientos individuales. Quizás el PP y el PSOE se terminen disolviendo en menos de dos años a tenor de esta tendencia en las encuestas. Alarma en el frenopático.
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