A los seres humanos nos azotan dudas. Dudas grandiosas y existenciales y otras menos glamourosas pero, no por ello, menos interesantes. En mi caso, siempre me he preguntado quién nombra las operaciones policiales-judiciales y por qué. Operación Púnica. El nombre debe de venir de Punica granatum, nombre científico del árbol frutal que da la granada y con el que, al parecer, se hace referencia al pezzonovante -en terminología Corleone- de la supuesta trama corrupta, el exconsejero de Madrid Francisco Granados. Pero yo he viajado de golpe a Cartago. Aníbal, los elefantes... y Marco Porcio Catón, cuyo “y además opino que Cartago debe ser destruida” al final de cada discurso ha pervivido hasta el presente y se reencarnó, con menos arte, hace unos años en el “váyase señor González”. Y Publio Cornelio Escipión, claro. Hace un tiempo leí una novela protagonizada por algunos de estos personajes históricos en la que se cita una frase de un autor de la antigua Roma, algo así como a fuerza de soportar mucho, llegará lo que no pueda soportarse. Me pregunto cuánto tardará el cántaro en romperse, hasta cuándo la hediondez de una clase política que, por acción u omisión, ha saqueado o permitido el saqueo sin rubor. Quizá, como decía Catón, Cartago deba ser destruida.