se acabó la temporada y el regusto amargo es evidente. El Baskonia ha cuajado un mal ejercicio por mucho que se venda que se alcanzó el Top 16 de la Euroliga y que el próximo año los aficionados volverán a tener la oportunidad de disfrutar de la competición europea. No es suficiente, por supuesto. La sensación es de caída libre. El club necesita una verdadera refundación que vaya mucho más allá de fichajes mediáticos tipo Lamar Odom, y más si salen tan mal, o vender cuentos chinos como que estábamos en los albores del mejor equipo de la historia o sacarse de la manga una ampliación de capital de 600.000 euros que apenas serviría para terminar de pagar la ficha de Walter Hodge, otro de los fiascos absolutos en el año recién terminado. Se oye a los altos ejecutivos de Josean Querejeta decir que nadie debe preocuparse, que el año que viene volverá a conformarse un equipo de garantías para competir con los mejores. La verdad, y visto lo visto en los últimos años, yo no vendería demasiadas burras aunque sea con el comprensible fin de paliar la formidable espantada de socios que se augura para la próxima temporada. Porque el verdadero problema del Baskonia actual es que ha dejado de ser fiable. Debe recuperar una identidad creíble y reconocible para que sus seguidores vuelvan a identificarse con el equipo.
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