no es fácil entender los recovecos del lenguaje técnico que utilizan el Fondo Monetario Internacional y otros organismos similares de prebostes gurús económicos para apretarnos las tuercas. Lo único que habitualmente queda claro cuando sus dirigentes abren sus bocazas es que seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades y que mejor nos iría si aceleráramos nuestra equiparación con los coreanos para que los ricos extranjeros se avengan a invertir aquí al igual que los esquilmadores occidentales vienen haciendo desde hace décadas en África o en Asia. Lo último que han ladrado, ayer mismo, es que las cosas nos van mejor que antes, que los ajustes van dando sus frutos... pero que no es ni mucho menos suficiente. Por tanto, es necesario aumentar la temperatura del aceite con el que nos fríen a impuestos y, por supuesto, dar facilidades para rebajar los sueldos al libre albedrío de las empresas. Tampoco es de recibo que los contratos indefinidos sigan tan protegidos, claro, porque así se acobarda a los empresarios a la hora de reclutar trabajadores. Otro eufemismo obsceno para que tengamos claro que la culpa de la crisis recae sobre los irresponsables que no paramos de comer, beber, vestirnos, comprarnos coches o irnos de vacaciones a las Seychelles.