la fotografía que ilustra hoy la portada de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA encierra la simbología del colorido debate interno que empieza a bullir entre las filas socialistas por todos sus frentes -federal, catalán, andaluz o vasconavarro- en contraste con la cromía que pierden los retratos de Alfredo Pérez Rubalcaba y Patxi López, dos figuras que de repente representan ya el pasado en "un viejo partido que se está convirtiendo en un partido viejo", aquella expresión del líder del PSE que vuelve a recobrar vigencia. Las renuncias de ambos dirigentes quizás no sorprendan tanto porque llegan tarde, después de que ambos cosecharan sendos varapalos electorales en las generales de 2011 y en las vascas de 2012, respectivamente. Ha sido ahora la quinta debacle electoral socialista -tras las dos citadas, las europeas de hace cinco años y las municipales de hace tres- la que ha provocado una suerte de catarsis en el PSOE. La ha iniciado la retirada de su veterano secretario general -en el aparato socialista desde hace 32 años, desde que comenzara su carrera a la sombra de Felipe González- y a la que le siguen en cadena, como fichas de dominó, Roberto Jiménez -artífice del fiasco navarro- en el PSN y ayer mismo Patxi López. Cada uno de sus antecesores al frente del PSE dejó una especial impronta, desde el peso histórico de Txiki Benegas o la lucidez de Ramón Jáuregui hasta el ímpetu frentista de Nicolás Redondo Terreros, pero Patxi López se va como el más gris de esta secuencia durante sus 12 años de mandato. Salvo por un pequeño detalle nada baladí: ha sido el único que ha alcanzado el ansiado y simbólico logro político de ser lehendakari. Eso sí, lo fue a costa de entregarse a los brazos del PP en sus ansias de tocar poder, de salir de Ajuria Enea dejándose una tercera parte de su electorado en el viaje y de legar en estas elecciones europeas el peor resultado en la historia del PSE. Un pobre bagaje, ciertamente, para pilotar cualquier renovación o para querere otear su futuro político en Ferraz. El conjunto del PSOE y los socialistas vascos -éstos, irremediablemente vinculados a Madrid- parecen querer abrir ahora una etapa de renovación ideológica y orgánica, pero de la audacia y sinceridad de su propósito depende si llegarán a abrir las viejas estructuras de un partido viejo o se volverán a quedar en las componendas de nombres.