la debacle del bipartidismo del PP y PSOE -entre los dos han perdido el 40% de sus votos de hace cinco años- y la emergencia, con un alto componente de castigo, de opciones izquierdistas que cuestionan las políticas socioeconómicas del statu quo europeo como IU, Podemos, Equo, ERC o Bildu -entre todas llegan a rebasar los 14 escaños de los socialistas- han sido dos de las notas significativas que han puesto sobre la mesa las elecciones europeas. Y más allá del análisis sobre el liderazgo del PNV en Euskadi en su pugna con Bildu -que, sin embargo, ganó en Álava aprovechando la desmovilización de sus rivales- y el auge de la extrema derecha en Europa o de siglas populistas como UPyD o Ciudadanos, este contexto exige una profunda reflexión en el socialismo vasco y español. La debacle registrada por el PSOE -a la que en Euskadi se le sumó el histórico batacazo del PSE de Patxi López, que con un raquítico 13% se dejó en el camino la mitad de su electorado- tuvo ayer como primera consecuencia que el secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba tiró finalmente la toalla -después de dos años y medio arrastrando la falta de credibilidad de su liderazgo- y convocó un congreso extraordinario para el mes de julio del que saldrá una nueva dirección. Por mucho que el candidato popular Miguel Arias Cañete se esforzara ayer en vender su resultado como un triunfo que nadie se cree -salvo su núcleo, y no todos-, la política antisocial del Gobierno del PP le ha pasado la factura de un fuerte desgaste electoral, pero es evidente que el PSOE ha sido incapaz de erigirse en alternativa. No sólo eso, sino que además a los socialistas se les han fugado nada menos que dos millones y medio de votos por su izquierda a IU, Podemos y los verdes, mientras que en Catalunya buena parte de su electorado ha caído en los brazos de ERC. Estos mensajes requieren la respuesta de una autocrítica profunda, valiente y audaz sobre los presupuestos ideológicos de la descolorida socialdemocracia. Y la dirección del PSOE cometerá un error si limita su debate a un mero cambio de secretario general o de candidato para las generales para seguir manteniéndose como una vieja estructura sostén del régimen bipartidista y de sus intereses económicos y financieros. Y es que lo que le falla al socialismo hoy no es su cara, sino la falta de un proyecto alternativo.
- Multimedia
- Servicios
- Participación