Muchos de los partidos políticos que dicen representarnos, aunque no tengan mando en plaza alguna, ya han iniciado la campaña para animar a los votantes en las elecciones europeas, que van a celebrarse el próximo 25 de mayo. Me embarga la emoción conforme va acercándose la fecha. No sé si voy a ser capaz de contenerme. ¡Oh, 25 de mayo!, día entre los días, urnas llenas de papeletas que exudan ilusión europeísta, paisaje democrático, crisol de intereses comunes, modelo de integración, familia, unión... ¡Aaaaaah! Qué gusto da escribir sobre Europa y nuestra cita electoral más anhelada. Me siento desatado, fuera de control. Que llegue ya el 25 de mayo, cuanto antes, no sé si podré aguantar tan larga espera, que las horas son días y los días, años. Qué feliz tensión se observa por la calle. Miren a su alrededor, sí, háganlo ahora. Se darán cuenta de que casi todos sus vecinos, como usted, sonríen ante la llegada de las elecciones que cambiarán el rumbo de sus vidas. Lo notan. Lo saben. Lo transmiten con cada movimiento de su cuerpo, ese gesto que esconde la ilusión de volver a elegir a nuestros representantes en Europa. Y es que el 25 de mayo, que no llega lo rápido que quisiéramos, que nos perturba el entendimiento de pura conmoción, salvará nuestro futuro. ¿No es así?
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