"forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos". No hay que darle demasiadas vueltas. El déficit de democracia desde que el PP accedió al poder es patente, como sucedió en el segundo mandato de Aznar, el de la mayoría absoluta, al igual que ha vuelto a pasar ahora con Rajoy. Los políticos se corrompen, aun sin quererlo, cuando se les otorga demasiado poder. Ocurrió con los socialistas en la época de Felipe González y se ve algo parecido con los populares, que sólo han gobernado atendiendo a las razones de otros cuando no han tenido otro remedio que negociar. A los rectores actuales les sucede como a esos presuntos líderes que piensan que son los más listos y que nadie más que ellos saben lo que conviene al resto. Y actúan en consecuencia, despreciando la opinión de los demás, sin consultar nada a nadie, equivocándose de plano, aislándose de la realidad y, al final, arrinconados y asombrados de que nadie les tenga en consideración a pesar de lo mucho que creen haber hecho por el bien común. El desafecto crece, entre los independentistas y entre los que no son tanto. Y no solo por la mejor o peor gestión de la crisis, que también. Pero llamar tontos a los catalanes, y por extensión a los nacionalistas, no es inteligente... ni democrático.