Dejo para mejor ocasión el texto que ya había escrito para este espacio, dedicado también a la estación de autobuses, pero centrado por segunda vez en el tamaño. Voy a bucear en lo más reciente. El alcalde quiere desviar la atención sobre lo importante (su papel en el alquiler de San Antonio; vale, miraremos el dedo y no la luna) y anuncia que pretende ponerle nombre a la estación de autobuses: el de un expresidente del Gobierno recientemente fallecido. Quizás sea yo un tipo poco viajado, pero no recuerdo haber estado en ninguna estación de autobuses con nombre y apellido. Suelen tomarlo de la ciudad donde se ubican (la estación de Pamplona, la de Donostia, la de Soria...) o a veces del lugar o calle donde se encuentran. El hecho de que nuestro preboste proponga bautizarla me parece innecesario. Sólo es una estación donde autobuses y viajeros circulan. Todo el mundo la llamará estación, porque es una estación. ¿Le ha puesto nombre a la puerta de su despacho, o a su despacho mismo, o a su plaza de garaje, si la tiene? Intuyo que no. Pues eso, que deje la estación como estación. Y ya que proponga llamarla Adolfo Suárez roza el insulto para muchos habitantes de la ciudad. ¿Qué necesidad hay de liarla en Gasteiz con esta simpleza? Él la tiene: necesita centrar la atención en su dedo. ¿Y ustedes?