PUES no, no creo que nos podamos dar con un canto en los dientes en cuanto a la cobertura que nos ofrece la sanidad pública. Es pronto, tan solo las primeras líneas, pero ya he conseguido unos cuantos amigos más. Conste que no me refiero a la actual, castigada con numerosos recortes a pesar del necio empeño de nuestros gobernantes en afirmar lo contrario, sino a la de hace, pongamos, diez años. De haberlo hecho, de habernos dado con un canto en los dientes, en la sanidad pública habríamos tenido problemas para resolver los derivados del canto en los dientes. Hasta donde sé, los dentistas de Osakidetza (y creo que del resto de organismos sanitarios repartidos por el Estado) sólo quitan, nada ponen, y no cabe atribuirles a ellos la culpa: hacen lo que les dicen que tienen que hacer. No sé qué pensarán ustedes, pero no entiendo cuál es la diferencia entre intentar salvar una mano, un pie o un riñón y hacer lo mismo con la dentadura. Si la sanidad pública se esfuerza, porque así debe ser, en coser tendones, arreglar huesos y operar cuando hace falta, ¿por qué no lo hace en rescatar las muelas enfermas, en colocar piezas con sus tornillos allí donde las hubo o en diseñar una buena y nueva dentadura postiza? Si aplicaran el mismo principio con que resuelven la salud dental a todas las disciplinas médicas, cabría preguntarse para qué queremos dos piernas, dos brazos o dos riñones si con uno podemos vivir, de la misma manera que podemos masticar con el lado derecho aunque el izquierdo nos ciegue de dolor. Morder bien cuesta miles de euros. Las gafas las dejo para otro día.