las relaciones que el lehendakari Patxi López y el alcalde gasteiztarra Patxi Lazcoz mantuvieron durante dos años estuvo marcada por su sintonía política, aderezada con la retórica de la euskal hiria y cargada de buenas palabras, pero con escasez de hechos, ya que ni la ampliación del tranvía, ni las inversiones de los proyectos estrella del primer edil socialista -como el BAIC, la estación de Arriaga o el soterramiento-, ni siquiera el famoso canon llegaron a ser realidad. Posteriormente, la relación de amor y odio que desde verano de 2011 mantuvieron el regidor popular Javier Maroto y el lehendakari del frente constitucionalista de PSE y PP se limitó prácticamente a una batalla sobre quién se ponía la medalla de los nueve millones invertidos en el Casco Viejo de Vitoria, aunque la cartera de las grandes cuestiones en la capital alavesa seguía sin abrirse. El alcalde del PP volvió a sentarse ayer en Lehendakaritza, esta vez ante el jeltzale Iñigo Urkullu, en un clima de sinceridad y colaboración reconocido por ambas partes pese a la distancia política que les separa. El reto de pasar de las palabras a los hechos sigue pendiente, aunque las relaciones entre Vitoria y el Gobierno Vasco están ahora acotadas más por el realismo -ante la crisis financiera que atenaza a todas las instituciones- que por la grandilocuencia. Aparte del canon simbólico con el que Maroto pretende anotarse un tanto más efectista que efectivo, ambos mandatarios son conscientes de que sus respectivas estrecheces presupuestarias les dejan poco margen. Están de acuerdo, no obstante, en que los proyectos estrella -pasaron de puntillas sobre el soterramiento, cuyo enterramiento es un secreto a voces- deberán dormir el sueño de los justos y en que deben aterrizar sobre el terreno de lo concreto y lo viable, como la ampliación del tranvía o las inversiones en servicios públicos. El lehendakari le trasladó al alcalde la posibilidad de llevar el tranvía hacia el barrio emergente de Salburua -desechando otras opciones más difíciles de entender como la prolongación al sur- y de participar en mejoras de infraestructuras cívicas, pero con fórmulas plurianuales de financiación, puesto que los tiempos no están para grandes números. Un envite con el que al menos Maroto ya puede empezar a hacer encaje de bolillos.