educar en los valores es enseñar a nuestro alumnado a considerar y a seleccionar aspectos que le favorezcan a interactuar con profesorado y compañeros en un ambiente cálido y agradable. Aspectos incondicionalmente sine qua non como el respeto, la autoestima, la asertividad, la erradicación de agresiones psicológicas (el bullying) y la coeducación. Existen muchísimos más, pero voy a centrarme en los que considero preferentes y prioritarios.
El respeto es no cuestionarse lo que hacen los demás, sean camaradas, profesores o personal no docente. Respetar a una persona consiste en no cuestionar su valía y raciocinio. Todos somos iguales, ya sea en defectos y cualidades. Y en dicha diversidad es imprescindible aceptar a cada uno como es. En lo que concierne al profesorado, vamos padeciendo la desvalorización de algunos alumnos que creen que tienen todos los derechos del mundo pero ningún deber. Por tal motivo no terminan de comprender la labor docente que desempeñamos con excesiva paciencia.
Tal vez podríamos volver a una disciplina férrea y muy estricta, pero no es buena estrategia ni para el alumnado ni para el profesor. Puede crear un ambiente hostil en el que impere la autoridad por encima de todo. Procede encontrar un punto medio en el que ofrezcamos confianza, escucha activa y efectividad. Puede que surta efecto.
La autoestima es el concepto o valoración que cada alumno tiene de sí mismo y en la mayoría de los casos está mediatizada por ciertos compañeros y el alumno va perdiendo la confianza en sí mismo, creándose una sensación de angustia que le bloquea y le impide manifestarse como es en la realidad.
Un alumno no se atreve por prejuicios socio-escolares -por el qué dirán- a poseer un pensamiento razonable y esto le impide desarrollar su personalidad subyacente, actuando negativamente, sintiendo que su actuación no está acorde con lo que él ha pensado y ha puesto en práctica. Y con cierta asiduidad actuará de una forma no idónea.
La asertividad es un valor o habilidad social que surge cuando un alumno está muy molesto por lo que se le ha hecho en un momento dado. La violencia engendra más violencia y no procede entrar al trapo de los agresores. Hay que hacerse valer, siendo honesto, manteniendo el equilibrio emocional, autoafirmándose en los derechos que posee cada agredido y manipulado. Nuestro alumno la mayoría de las veces se manifiesta inhibido y sumiso sin poder explayarse, sintiéndose inferior y, por tal motivo, hay que prestarle ayuda para que se respete a sí mismo y se haga respetar poniendo de manifiesto sus convicciones de manera clara y equilibrada para eliminar los sentimientos de culpabilidad y resentimiento acumulados.
Hay que hacer hincapié en el repetitivo acoso psicológico y físico que en el ámbito socioeducativo se denomina bullying. Varias son las connotaciones, pero el significado es uno. El término se refiere a la violencia reiterativa en los centros escolares en comportamientos de las etapas de infancia, adolescencia y pubertad.
El bullying es resultado de un comportamiento colectivo o individual que se caracteriza por adoptar actitudes impulsivas con las que el autor del acoso hacia un alumno o una alumna siente poseer autoridad o imposición en el grupo de sus iguales. Este acoso puede aparecer dentro del centro (en el aula, en el pasillo, en el recreo, en los aseos, en despachos, en la biblioteca...) o fuera (en el medio de transporte escolar o en las paradas de autobús).
Una relación desigual entre la víctima y el agresor (diferencia física, debilidad o dominación) resulta en acoso escolar que, por su parte, causa la autoexclusión, estado depresivo, falta de autoestima y una relación de dominación que crea fobia escolar. El agresor se erige como líder para obtener adeptos con la misma afinidad en humillar y acosar a una o uno de las/los alumnas/os porque éstos temen que sean víctimas de la dominación y la fuerza del agresor, lo que explica que los iguales al acosado son cómplices del acoso escolar. El objetivo de quien inflige la humillación es herir las emociones de otra persona, a la que deriva hacia una posición de inferioridad y de víctima. El maltratador cree poseer la potestad de satisfacer o no el deseo e insistencia de pertenecer a la red o al grupo del alumnado porque le faltan las capacidades sociales y los elementos que le permiten socializarse en grupo. Entonces el bullying es un comportamiento desafiante.
Existen distintas modalidades de bullying, entre ellas el recíproco y el proactivo. El primero se produce cuando la violencia genera más violencia, es una reacción ante una agresión o frustración y el alumno agredido reacciona violentamente para lograr lo que se denomina el dominio del terror. Y el bullying proactivo -el alumno decide que sus actuaciones sucedan conscientemente en el cómo y en el cuándo- se produce cuando un alumno considera indispensable conseguir un reconocimiento social, escolar, psicológico o la gratificación material y verbal.
Por último, terminamos con el valor de la coeducación, que es fundamental en las aulas. La vitalidad cultural que caracteriza a los centros escolares llama a buscar formas para potenciar el aprendizaje en todos los niveles. El aprendizaje participativo en grupos de 4 o 5 alumnos crea un ambiente donde se comunican emociones e interaccionan los valores de cada alumno con el propósito de adquirir consciencia de la importancia y calidad de la diferencia entre cada participante. Este tipo de aprendizaje favorece que cada miembro del grupo mantenga su identidad y reconozca la de su compañero, que cada uno sea conocedor de los modos que le permiten resistir a las amenazas.
Si se llevaran a cabo de manera idónea todos los valores reseñados, se podría lograr un alumnado íntegro con un equilibrio emocional que le permita desarrollarse de manera positiva, favoreciendo su inclusión social y funcional.