RESULTA sorprendente el afán de los gobernantes, españoles y vascos, por tirarse a la piscina mes tras mes con los datos del paro. Ayer, el ministro del Interior y vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, volvía a hacerlo. "Me voy a arriesgar", decía, para defender a continuación de que el desempleo, esta vez sí, ha tocado techo. La cuestión es que ese techo parece romperse mes tras mes. Los datos de la Encuesta de Población Activa correspondientes al primer trimestre son desoladores. 4,91 millones de personas paradas en el Estado, es decir una de cada cinco. El asunto se vuelve aún más dramático si se tiene en cuenta que 1,38 millones de hogares tienen a todos sus integrantes sin empleo, lo que supone 58.000 más que al cierre de 2010. En Euskadi, los datos no son más halagüeños, por mucho que el Gobierno Vasco se empeñe en destacar que la estadística no detecta destrucción de empleo. En la CAV, la subida del paro en el último trimestre alcanza el 7,48%, lo que supone ya una tasa de desempleo que supera de largo el 10%. 123.500 parados vascos, 19.000 alaveses, según esta estadística. Esta retahíla de datos que se desgranan públicamente mes a mes, como una especie de estación penitencial, lleva años destrozando récords y barreras psicológicas y la ciudadanía lleva ese mismo tiempo escuchando a sus gobernantes que, esa vez sí, se ha tocado techo. Lo grave de esta situación es que, en tanto no se recupere visiblemente la actividad económica, no se creará empleo. Y eso supone que el PIB tendrá que crecer, al menos, por encima del 2%. Así que, efectivamente y como comentaba ayer el Gobierno Vasco, si sigue aumentando la población activa pero la economía continúa estancada, seguirá disparándose el paro. Y no parece que la actual situación -con el euríbor en escalada, los precios del petróleo desbordados, el IPC también espoleado, por los combustibles y lo que no son combustibles, y el grifo del crédito prácticamente cerrado- sea la que vaya a a permitir que el consumo privado reactive la economía. Así las cosas, es previsible que la campaña de verano maquille las estadísticas con el tradicional repunte temporal del sector servicios. Pero el problema será el mismo. Y no es que haya cuatro millones de parados o cinco. El problema es que un desempleado ya es mucho y el debate inane sobre si se ha tocado techo o no sólo sirve para aliviar conciencias.
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