Olvidémonos por un momento de la realidad que vivimos hoy en día y situémonos en una posible realidad alternativa, una sociedad en la que los impuestos que pagamos nos garanticen unas pensiones dignas, una sanidad y educación de tal renombre que permitan a cualquier persona, independientemente de dónde nazca y en qué familia crezca, tener las mismas oportunidades.
Supongo que ahora pensarán que les hablo de una utopía referente a un mundo sin fronteras, no, no es así. Para empezar no me gustan los idealismos pomposos que llenan la boca a la persona que los mane sin ningún sentido práctico. Prefiero tender hacia el pragmatismo y la utilidad. Hoy en día en España hay diecisiete comunidades autónomas y dos ciudades autónomas, amén de diputaciones, provincias, alcaldías, etcétera. Cada una de las comunidades autónomas tiene sus consejerías y demás funcionarios. Tal desproporción administrativa sería más propia de un imperio.
Si queremos que nuestros impuestos sirvan para algo más que para pagar este despilfarro convendría replantearse la España de las autonomías y tender a un centralismo que reduzca la burocracia y el gasto público en cosas que no repercuten en nada en los ciudadanos que sustentan este sistema.
Soy vasco, pero prefiero vivir en un país que emplee el dinero en cosas que realmente necesito. No soy economista, pero emplazo a un economista que lea mis palabras a que me ayude a averiguar la cantidad de millones de euros a que los ciudadanos tendríamos derecho si no viviésemos en este reino de taifas institucionalizado y que solamente nos encamina a un lugar: a la bancarrota