el último comunicado de ETA aporta pocas novedades respecto al anterior. Es novedoso que se dirija a las firmantes de la Declaración de Bruselas, pues se podría deducir que se van centrando en los compromisos propuestos por sus firmantes: un expreso llamamiento a ETA para que realice un alto el fuego permanente y completamente verificable. Otras dos novedades son que no se menciona a Batasuna, ni siquiera como impulsora de la declaración de Bruselas, y que se puede deducir de su lectura una voluntad de suplantación de la soberanía parlamentaria que parecía superada.
Donde no hay nada nuevo es que mantienen la kale borroka, las amenazas a periodistas y la extorsión. Tampoco aparece, ni una sola vez, la palabra paz ni existen referencias a los partidos y las instituciones democráticas. La historia nos dice cómo ETA ha puesto siempre listones maximalistas para descargar la responsabilidad de la ruptura en los demás. En este comunicado vuelve a hacerlo cuando se refiere a las negociaciones del 2006, las del pacto de Loiola. Como nos acerca Imanol Murua en El triángulo de Loiola, PSOE, PNV y Batasuna llegaron a un acuerdo escrito en la casa de los jesuitas para una articulación nacional vasca, concretándose muchas cosas después de semanas de conversaciones. Cuando a los pocos días se reunieron para la ratificación del texto, lo hicieron el PSOE y el PNV, pero Batasuna, después del esfuerzo que hizo para aceptar el documento base consensuado, se presentó con un cambio estructural y de filosofía, a pesar de que las tres formaciones políticas pactaron que no habría ningún cambio de fondo, como reconoce Arnaldo Otegi en el citado libro. Batasuna proponía cambios que no tenían coherencia con todo lo hablado hasta ahora, y tanto el PNV como el PSE lo atribuyen a ETA y a quienes no querían un acuerdo en Loiola, a pesar de los contenidos políticos de calado que "se desarrollarían en ausencia total y definitiva de violencia".
No es la primera vez. Por eso creo que aceptar el orden de los factores propuesto por los firmantes de Bruselas, a los que ahora ETA apela, es la condición mínima para abrirse a la esperanza con este comunicado, porque el orden de los factores sí altera el valor del producto. Sería la prueba de que va en serio, y no su enésima táctica, con las elecciones a la vuelta de la esquina. ETA ha perdido la batalla mediática; si no lo vieran así, a lo mejor no hubiesen redactado un nuevo comunicado con tan pocos días de diferencia, ni se hubiesen dirigido a los firmantes de Bruselas en un intento por superar su declaración a pesar de su clara redacción. Hacía mucho tiempo, quizá desde la firma del Pacto de Ajuria Enea, que no existía una unanimidad semejante, a todos los niveles, sobre la insuficiencia de las razones que ETA ha esgrimido en ambos comunicados.
En resumen, una tregua unilateral pero parcial y que parece condicionada, una vez más, a crear nuevas condiciones para mejorar la posición de quienes la anuncian, más que para ofrecer un compromiso. Además de no desmarcarse de la conocida ecuación violencia igual a utilidad política que nos persigue desde hace demasiados años, en nombre de un socialismo marxista-leninista.