ESTAMOS en verano. Ya les he contado alguna vez lo que pasa en estas fechas en las redacciones de los medios de comunicación del mundo, que florecen como champiñones las noticias sobre simpáticos estudios científicos. Verbigracia, contraportada de este periódico del 19 de julio. Según la Universidad de Keele (Reino Unido) decir palabrotas -qué gran palabra, ¿se puede denominar de forma más repipi a un concepto ciertamente bronco?- reduce el dolor que sentimos cuando nos caemos o nos golpeamos. La investigación la dirige Richard Stephens, profesor de Psicología, y consistió en que 64 aguerridos alumnos introdujeran sus manos en agua helada repitiendo improperios o declinando rosa rosae rosa, por poner. Y oigan, que resulta que en el primer procedimiento los estudiantes aguantaron unos 45 segundos más de media con las manos en el gélido líquido elemento. No creo que les sorprenda la conclusión. No sé los británicos, pero conozco a uno -que no nombraré para no ganarme una colleja- que lleva tiempo utilizando este sistema para arreglar el ordenador cuando se cuelga, antes de recurrir al clásico "reinicia", y a otra que merced a un sistemático uso de alta definición de una amplia panoplia de palabros malsonantes casi consigue pagar en el cajero del parking con la tarjeta del autobús. Querido Richard, no sé de los fundamentos científicos del efecto endorfínico de un buen hi"de"puta soltado a tiempo. Ahora, de que éste es el sistema de desahogo psicológico nacional, estatal, vecinal, peninsular... no tengo ninguna duda. Por si quieres ahondar en la materia.