Cuestiones tan importantes como “la memoria, la atención, el estado de ánimo o las emociones dependen de cuestiones como la postura corporal y los gestos faciales, la microbiota intestinal y el estómago, así como el complejo patrón de latidos cardíacos y la manera como respiramos”, sostiene la investigadora, al tiempo que reconoce que “las personas con mayor consciencia corporal toman decisiones más acertadas”. Las evidencias científicas más novedosas y rigurosas se entrelazan en la publicación de Nazareth Castellanos con la historia de la medicina en Oriente y Occidente. En su nuevo libro, la neurocientífica muestra cómo ciencia y humanidades pueden y deben volver a darse la mano. “Me gustaría que sirviera para concienciar a las personas de la importancia de los hábitos de vida. Cómo la actitud, la dieta y el ejercicio físico no son solo factores que influyen a nivel cardiovascular, sino que también actúan en la mente, en la psicología. La gente tiene que saber que cuidar la postura, el comer una cosa u otra, hará que se vaya a poner más o menos nerviosa ante una situación estresante, es decir, que cuidar el cuerpo es cuidar la psicología; para mí, cuerpo y mente los podemos distinguir, pero no separar”, sentencia.

PERSONAL

Nacimiento: Madrid. 45 años.

Formación: Licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.

Trayectoria: Lleva más de veinte años dedicada a la investigación científica de la actividad cerebral. Ha trabajado en universidades españolas y europeas como el King’s College de Londres o el instituto Max Planck de Alemania.

Investigación y docencia: Dirige un laboratorio que investiga la neurociencia de la meditación y la relación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Realiza formaciones para todos los públicos, de crecimiento personal basadas en la filosofía de diferentes tradiciones y en la evidencia aportada por la neurociencia.

Publicaciones: Neurociencia del cuerpo. Cómo el organismo esculpe el cerebro (Ed. Kairos) es su tercer libro. Antes ha publicado El espejo del cerebro y otro para niños Alicia y su cerebro maravilloso.

¿El cerebro es la última frontera de la medicina?

Creo que sí y seguirá siendo la última. Lo que nos dice la neurociencia actual es que el cerebro es el que integra, el que acumula y el que recoge toda la información del cuerpo y según lo que esté pasando da respuestas. Es el órgano que al final tiene la última palabra.  

Las patologías ligadas al cerebro –Parkinson, Alzheimer, etc.– están aumentando por el envejecimiento de la población. ¿Se avanza lo suficiente en la investigación para su curación?

Precisamente he estado trabajando muchos años en la enfermedad de Alzheimer y siempre se buscaba en el cerebro el origen de una enfermedad. Sin embargo, ahora, con todos los descubrimientos de la incidencia del organismo sobre él, se están abriendo puertas muy prometedoras en la investigación de estas enfermedades neurodegenerativas. En la enfermedad de Alzheimer se está estudiando ahora el impacto que tiene la microbiota de la boca, la influencia que ha tenido la actividad física a lo largo de la vida como gran protector del cerebro, y la influencia de la dieta del intestino. Todo esto que acaba de descubrirse se está investigando y en los próximos años habrá avances muy significativos. Porque eran dominios absolutamente inexplorados. Yo tengo ahí mucha esperanza.

Recientemente, unos antropólogos han subrayado que los humanos seremos más encorvados y que nos crecerá el tamaño del cerebro.

Lo de que iremos más encorvados parece que sí. Sin embargo, lo que dicen los estudios es que esto sería una desevolución, no una ventaja. Esto también se adapta mucho al estilo de vida tan sedentario que tenemos, porque aunque vayamos a un gimnasio tres o cuatro veces por semana, que es mucho y está muy bien, el resto del día estamos sentados. Nos estamos olvidando de nuestro cuerpo, del movimiento. Creo que esta visión nos adelanta a un hipotético futuro que podemos revertir. Hay muchos enfoques destinados a incluir mucha más actividad física desde el cole, desde la infancia. Está todavía por ver que eso vaya siendo así

¿Qué se puede hacer desde la escuela para que se utilice al máximo el cerebro?

Aparte de toda la estimulación cognitiva, que ha sido lo que ha imperado en los métodos docentes: aprender más, ser más listos, tener más capacidad para gestionar la información… A esto, que ya lo tenemos, ahora hay que incorporar el cuerpo como aliado para al cerebro. Igual que nos preocupa mucho cómo aprenden nuestros hijos, la mayor influencia que tiene el cerebro en sus mecanismos de aprendizaje es el intestino, y cuidar la dieta de nuestros niños es cuidar también su aprendizaje. Por ejemplo, aprender técnicas de respirar mejor favorece la memoria, la capacidad de atención. El hacer ejercicio físico casi diario en los niños favorece que el cerebro tenga una mayor capacidad plástica y por tanto mayor capacidad para aprender. No solo se cuida al cerebro desde los libros, también se cuida desde el cuerpo. Cuidar el cuerpo es cuidar nuestro intelecto.

Nazareth Castellanos.

Nazareth Castellanos.

¿El uso masivo de cerebros externos va en potencia y reduce la capacidad de los nuestros?

Aquí hay un debate. Por una parte, se ha visto que favorecen la cognición, hacen que se gestione la información de una forma más rápida, más ágil, pero, por otra parte, le estamos dando excesivo peso a esas inteligencias artificiales. Debemos apostar por algo mucho más moderado, que la tecnología nos ayude, que sea un buen bastón, pero que nunca sustituya a la voluntad humana. Yo creo que tenemos que seguir alimentándolo.

Hay trasplantes de cadera, de riñón, de hígado… Ante un Frankenstein, ¿cómo nos podríamos posicionar? ¿O es mera ficción ese trasplante de cerebro?

De momento es mera ficción; se está trabajando en manipular el cerebro, pero no trasplantarlo. Se ha desarrollado la manipulación exterior a través de dispositivos eléctricos magnéticos y se sigue en ello, pero que vaya en una dirección beneficiosa para el ser humano y que esa manipulación del cerebro sea para ayudarnos a recuperarnos en caso de distintas lesiones. También pienso que esa tecnología que se está desarrollando debiera tener encima algún control que limite el uso de esa manipulación para la toma de decisiones, para que compremos una cosa u otra. Estamos avanzando de forma fantástica en una dirección, pero siempre tendríamos que tener mucha cautela.

Cada día se habla más de células madre en la regeneración de tejidos. ¿También en el cerebro?

En el cerebro de lo que se habla es de un concepto que últimamente está muy en la boca de la comunidad científica, que es la neurogénesis, que es la formación de nuevas neuronas en el cerebro adulto. Por ejemplo, uno de los factores que yo más apoyo en la divulgación y en la investigación es cómo el ejercicio físico favorece esa neurogénesis. Hay una vastísima evidencia científica que dice que el hacer ejercicio físico de forma regular favorece la producción de nuevas neuronas en zonas tan importantes del cerebro como el hipocampo, la zona más involucrada en la memoria.

¿El tamaño del cerebro aumentará porque haya más neuronas o más conexiones?

Las dos cosas. Ahora se ha demostrado que puede haber nuevas neuronas en el cerebro, que es esta neurogénesis de la que hablamos, pero lo que ha sido el mecanismo prioritario en nuestro cerebro es que haya más conexiones entre ellas, que se reorganicen esas conexiones. Eso puede ser la base del aprendizaje y eso es lo que nos permite que podamos adquirir nuevos hábitos, tanto positivos como negativos. Esto es lo que hay que encajar. Es lo que se llama el jardín de la neurología; hacer jardinería, que crezcan nuevas ramas, nuevas raíces, es decir, que se conecten de formas óptimas las neuronas.

Oímos con preocupación el alarmante avance de dolencias como la depresión, la ansiedad, tristeza entre los jóvenes. ¿Tiene algo que ver con la mala educación que reciben o con el desarrollo en su formación fisiológica o con el ambiente social?

Un poco de todo, como siempre. Un factor que a lo mejor descuidamos y que es el tema que nosotros investigamos en el laboratorio es cómo los hábitos, el estilo de vida están influyendo en esa ansiedad que cada vez avanza de forma galopante. Como mamá que soy me aterra ver a la salida del colegio las meriendas que toman los niños y especialmente los adolescentes. Cómo cruzan a la tienda de enfrente para comprar bollería industrial absolutamente insana, bebidas estimulantes... Todo eso hace que sea muy difícil gestionar la propia psicología. Si ya lo es para todos incluso cuando nos cuidamos, imagínate cuando le echamos más leña al fuego. Muchos llevan vidas prácticamente sedentarias, pegados al móvil. Hay que favorecer mucho más el deporte en la juventud y esos hábitos, sobre todo, en alimentación. Ha surgido una nueva disciplina médica que es la Psiquiatría Nutricional que afecta fundamentalmente a la infancia y la adolescencia.

¿Por qué?

Porque hay mucha ansiedad en las relaciones entre nuestros chavales. Hay muchas causas, pero una parte fundamental que la determina es la mala dieta que están llevando. No sé es cómo las autoridades permiten que se vendan ese tipo de bebidas, con precios muy asequibles. Que eso se permita es una atrocidad.

En el libro Neurociencia del cuerpo habla de que el organismo esculpe al cerebro. ¿Cómo?

Lo que nos muestra ahora la neurociencia es que nuestro cuerpo por dentro está recorrido por un nervio que se llama el nervio vago, que se llama así porque va vagabundeando por el cerebro; va recogiendo información de lo que pasa en los órganos y según lo que pasa ellos el cerebro tiene que hacer una cosa u otra, lo va esculpiendo. Por ejemplo, si tomo una dieta basura, si la llevo todos los días, mi intestino está esculpiendo mi cerebro y poco a poco le va diciendo haz así. Cuando eso se convierte en regular, el cerebro lo incorpora como un hábito. En el día a día va esculpiendo, va definiendo la respuesta al comportamiento del cerebro. 

¿Es cuando el cerebro empieza a conciliar con el resto del cuerpo?

Exactamente. Es un diálogo entre ellos. Obviamente, el cerebro tiene un papel fundamental sobre los órganos, pero los órganos sobre el cerebro también. Entonces igual que el intestino y el estomago regulan la actividad la actividad del cerebro, el cerebro también es capaz de regular la actividad del estómago e intestino. Por tanto, hay esa conexión entre los dos. Por eso, todo esto se encuadra mucho en la medicina del estilo de vida. En la actitud regulan, como dicen desde la universidad de Harvard, la mente sobre la materia y cómo al final se autoesculpen.

Con su libro rinde un homenaje a Ramón y Cajal. ¿Por qué?

Porque es nuestro gran genio y en España está un poco olvidado. Y el fue el descubridor de la arquitectura cerebral. Por ello, recibió el Premio Nobel de Medicina. Fue visionario completamente en muchos de los enfoques, ya nos hablaba de la plasticidad cerebral. El decía que todos podíamos ser, si nos lo proponíamos, escultores de nuestro propio cerebro. Fue alguien que reflexionó mucho, que aportó humanidad y avance a la ciencia y todo el mundo conoce el nombre, pero pocos saben decir algo de él. Creo que deberíamos darle una mayor visibilidad a una persona que ha transformado el conocimiento del cerebro con lo que esto supone.

Habla también sobre una visión más oriental de la medicina. ¿A qué se refiere?

Lo que pretende definir, también defender, es que cuando hablamos del nuevo concepto de que la mente está distribuida por el cuerpo siempre lo asociamos a Oriente, porque es verdad porque esas medicinas han sido muy explícitas y siguen manteniendo el tener esa visión. Pero lo que intento recuperar en el libro es que no solo es Oriente. El origen de nuestra medicina, que es la medicina griega principalmente, ya tenía ese concepto de la mente como algo más integral; el papel que tenían los diferentes órganos de nuestro cuerpo sobre la psicología. El mismo Aristóteles se consideraba un cardiocentrista. Es verdad que luego en la evolución, hace unos 300 años, se empezó a segmentar el conocimiento y fuimos por partes. Era necesario separar porque el conocimiento porque si no sería imposible de estudiar. Hemos avanzado una barbaridad, sabemos mucho sobre los diferentes órganos del cuerpo, pero aún nos queda mucho por saber. 

¿El cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta?

Sí. Eso viene desde hace dos décadas. Nos habla no solo de la influencia que tienen los órganos sobre nuestro cerebro, sino la influencia que tiene las sensaciones que percibimos en nuestro cuerpo, y la postura corporal, que es otro gran olvidado. En el laboratorio hacemos cosas complejas, pero, como solemos decir, no tenemos ni idea de nuestro cuerpo. No sabemos como se experimentan las emociones en nuestro cuerpo, dónde las sentimos, y el cuerpo, al tener consciencia corporal, nos da mucha información que nos permite adelantarnos a nosotros mismos. El neurólogo Antonio Damasio demostró en su momento con distintos experimentos que tener una consciencia corporal, escuchar más a las sensaciones de nuestro cuerpo, a las cuales somos sordos en gran parte, nos hace, por ejemplo, tomar mejores decisiones. Porque el cuerpo se anticipa a un aprendizaje que a lo mejor conscientemente no has hecho.