Médicos internistas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) reiteran que “ningún consumo de alcohol puede considerarse seguro” y que “el riesgo cero en alcohol no existe” para recordar los “efectos negativos” que esta sustancia puede tener sobre múltiples órganos y sobre la salud en general. 

En el Estado español, según cifras disponibles de 2020, existían 44 Unidades de Desintoxicación hospitalaria, descritas por el Ministerio de Sanidad en el Plan Nacional Sobre Drogas como un “recurso de alta especialización y carácter hospitalario destinado a la desintoxicación en régimen de ingreso para pacientes en los que no está indicada la desintoxicación en régimen ambulatorio”. Cabe destacar que el consumo excesivo de alcohol se relaciona con más de 200 enfermedades.

Datos sobre Adicciones en el Estado español

Según la última encuesta del Plan Nacional sobre Drogas (datos de 2019-2020 publicados en 2021), las sustancias psicoactivas más habituales en cuanto a consumo diario son el tabaco (32,3%), el alcohol (8,8%), y el cannabis (2,9%), mientras que si hablamos de porcentaje de población que ha consumido alguna sustancia psicoactiva en el último año, el primer puesto es para el alcohol (77,2% de la población), seguido por tabaco (39,4%), cannabis (10,5%) y cocaína (2,5%). El consumo de éxtasis (0.9%), anfetaminas/speed (0,7%), alucinogénos (0,6%) o heroína (0,1%) es más bajo, pero siempre se habla de consumo reportado en las encuestas, por lo que la cifra real es más elevada en todos los casos y difícil de precisar.

Tal y como afirma Daniel Fuster, médico internista SEMI, “la desintoxicación es el proceso supervisado médicamente en el que el paciente deja de consumir la sustancia que le produce el trastorno por uso (ya sea el alcohol, la cocaína, el cannabis, opiáceos u otros). En este proceso se mitigan los posibles problemas que puedan suceder durante el síndrome de abstinencia, se puede aprovechar para evaluar la presencia de comorbilidad médica y se puede inducir a tratamiento (ya sea farmacológico o no farmacológico) para prevenir la recaída en el consumo”.

Las principales razones por las que un paciente tiene que ingresar en una unidad hospitalaria serían “la presencia de comorbilidad médica grave que desaconseje la desintoxicación ambulatoria, el fracaso de la desintoxicación ambulatoria previa, el riesgo o historia previa de síndrome de abstinencia grave, el embarazo, la necesidad de estudio de enfermedades médicas asociadas y el policonsumo de diversas sustancias”.

En cuanto a la atención de forma aguda a los pacientes que ingresan por alguna complicación médica del consumo, los motivos de ingreso más frecuentes serían “las intoxicaciones o sobredosis, la abstinencia aguda y las complicaciones asociadas al consumo, como la infección de partes blandas, la encefalopatía de Wernicke y la hepatitis aguda alcohólica, entre otras”.

El papel de la Medicina Interna y del internista en el campo de las adicciones es destacado, dice Fuster, principalmente en tres campos: “La atención de pacientes en las unidades de desintoxicación hospitalaria, la atención de forma aguda a los pacientes con trastorno por uso de alcohol u otras drogas que ingresan por alguna complicación médica del consumo, y el soporte a otros servicios en forma de interconsulta o de asistencia compartida”. La sustancia principal que motiva la consulta es el alcohol en un 53% de los casos, seguido por los opiáceos en un 14%, el tabaco en un 10%, el cannabis en un 7% y la cocaína en un 5,2%.

Un gran problema

El manejo del síndrome de abstinencia alcohólica se caracteriza por el uso de benzodiacepinas, como el diazepam o el lorazepam, en el caso de insuficiencia hepática. Se aconseja también la utilización de tiamina para prevenir la aparición de encefalopatía hepática. El trastorno por uso de sustancias es “un problema con predominio del sexo masculino en una proporción de entre 3-4 hombres por cada mujer”. Esta prevalencia puede estar mediatizada por “el mayor estigma en el caso de las mujeres”, que hace que les resulte “más difícil consultar por este motivo”.

Cuando las Unidades de Adicciones de Medicina Interna abrieron, el perfil era el de un hombre joven (de menos de 35 años) con trastorno por uso de opiáceos, pero el tipo medio ha ido cambiando hacia una edad cada vez mayor (una media de 50 años), una disminución de la prevalencia de los problemas derivados del consumo de drogas endovenosas (hepatitis víricas, VIH/SIDA y endocarditis infecciosas) y un papel más relevante del alcohol asociado o no al uso de cocaína u otras sustancias. 

EL POLICONSUMO

El consumo de alcohol es “factor de riesgo para el desarrollo de múltiples patologías como cirrosis hepática, pancreatitis, osteoporosis, hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, ictus, demencia y neoplasias, entre otras”, tal y como recuerda Candelaria Martín, médico del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Canarias. “Por ejemplo, el 12% de todos los cánceres tienen relación directa con el consumo de alcohol. Si además existe consumo de tabaco, el riesgo de desarrollar neoplasias se multiplica entre diez y cien veces”, asegura.

El tabaco, además de tener una asociación causal directa con determinados tumores, como el cáncer de pulmón, se relaciona con el desarrollo de múltiples problemas orgánicos, siendo los más destacables la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la cardiopatía isquémica, la enfermedad arterial periférica y el ictus. 

Por otro lado, “el consumo de cannabis puede incrementar hasta 4.8 veces el riesgo de presentar infarto de miocardio. Se ha relacionado también la aparición de arritmias, muerte súbita, ictus, mayor frecuencia de asma, bronquitis crónica, depresión, psicosis y esquizofrenia”, añade.

La cocaína también puede desencadenar arritmias y miocardiopatías, pero la complicación a nivel cardiovascular más frecuente es el infarto agudo de miocardio (multiplica por siete el riesgo de sufrirlo), frente a los no consumidores de esta extendida droga. Además, puede producir ictus, crisis convulsivas, abortos espontáneos en embarazadas, perforación del tabique nasal e incluso la muerte del individuo en los casos más extremos.

Miguel Marcos, coordinador del Grupo de Alcohol y Alcoholismo de la SEMI, asegura que “el único consejo que se puede dar a la población es el de no consumir alcohol por motivos de salud, en el caso de personas que no se hayan iniciado en su consumo; y beber lo menos posible, o no beber, en el caso de las que ya consuman alcohol”.

La ingesta en personas de edad avanzada es, de forma habitual, minimizada tanto por los pacientes como por los médicos. La población de más de 80 años no suele aparecer en los estudios que analizan el consumo de alcohol, y el desarrollo de enfermedades y su posible relación con complicaciones en esta franja de edad es desconocida. “Algunos trabajos sugieren que entre un 30 y un 50% de la población mayor de 80 años toma alcohol de forma habitual, pero los datos de los que disponemos son escasos y de poca calidad”, indica el médico internista Ignacio Novo Veleiro. Hoy, quienes han superado las ocho décadas de vida suponen más de un 4% de la población española, y en la mayoría de los casos se trata de personas con varias enfermedades crónicas, múltiples tratamientos farmacológicos y que consumen un porcentaje alto de los recursos sanitarios del país. 

Se sabe que el consumo de alcohol puede provocar interacciones con múltiples fármacos, aumento del riesgo de caídas, desencadenar arritmias cardíacas o incrementar el riesgo de eventos cardiovasculares o hemorrágicos, complicaciones todas ellas frecuentes entre los mayores de 80 años.