La ultraderecha cumplió los pronósticos y se impuso en unas elecciones en Austria por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Un triunfo histórico pero sin mayoría absoluta, por lo que necesitará pactar para poder gobernar.

El partido xenófobo FPÖ, fundado en los años 50 del siglo pasado por antiguos nazis, obtuvo el 28,8 % de los votos con el 96,7 % escrutado. Logra así 57 de los 183 escaños en el Parlamento austriaco, lo que hace casi inviable la investidura de Herbert Kickl como canciller federal en un país donde apenas hay tradición de gobiernos en minoría.

Su único aliado posible es el Partido Popular austríaco (ÖVP). Sin embargo, el actual canciller y líder conservador, Karl Nehammer, insiste en que mantiene su postura de no coaligarse con un FPÖ liderado por Kickl. Nehammer dijo este domingo que, a diferencia de Kickl, su formación quiere resolver los problemas de la gente y “no vivir de ellos”.

El ÖVP ha perdido 11 puntos respecto a las elecciones de 2019 y se ha quedado en el 26,3 %. También se niegan a pactar con los ultras el socialdemócrata SPÖ (21,1 %), el liberal Neos (9,2 %) y Los Verdes ecologistas (8,3 %).

Sin todavía resultados oficiales, Kickl ya se postuló por la tarde para “dirigir el Gobierno” y se mostró dispuesto a hablar con todos los partidos para hacer cumplir “el mandato ciudadano” de cambio. “Los votantes han hablado”, señaló Kickl a la televisión pública austriaca. “Las cosas no pueden seguir como están ahora. Estamos listos para liderar un gobierno”, resaltó posteriormente en una comparecencia ante la prensa junto a los demás candidatos, a los que pidió y también al presidente federal, Alexander van der Bellen, “recapacitar” y asumir la petición de cambio de rumbo. Van der Bellen, que tiene la potestad de encargar la formación de Gobierno, ha repetido en numerosas ocasiones sus reticencias a darle ese mandato a Kickl.

Resultado doloroso

El tercer partido, el SPÖ, obtiene el peor resultado en la historia de la formación. Su director federal, Klaus Seltenheim, reconoció que es “un resultado doloroso. Tenemos que ahorrar al pueblo austriaco una coalición negriazul”, en referencia a una posible unión entre las extrema derecha y los conservadores.

Por su parte, el presidente de Los Verdes y actual vicecanciller, Werner Kogler, no descartó pasar a la oposición. “Puedo estar en la oposición, pero esa no es la cuestión”, argumentó. Austria ha pasado de ser un “país retro” a estar “en la vía rápida” y alertó de “reformas equivocadas”. Sin embargo, admitió que los votos para el FPÖ suponen una “alarma de fuego”, que sin embargo no significa que haya que “echar gasolina al frente del gobierno de la república”.

Ecos nazis

Pese a su victoria en las elecciones, el jefe del FPÖ es el político más rechazado del país, según los sondeos de opinión: el 60 % de los austriacos no quiere que sea canciller federal.

Kickl, de 55 años, centró su campaña en presentarse como un “canciller del pueblo” (”Volkskanzler”) y definir a otras formaciones como “traidores” (”Volksverräter”), términos en alemán con claros ecos nazis.

Kickl no destaca por su carisma pero es un hábil orador. Se le puede calificar como un populista radical: ha difundido numerosos bulos como que hay un plan de las “élites” para sustituir a la población europea blanca por inmigrantes, niega el cambio climático y sugirió que la covid-19 salió de un laboratorio y la calificó como “plandemia”.