El presidente estadounidense, Joe Biden, aspiraba a sus 81 años a retirarse del poder a los 86. Con esa edad hubiera acabado un eventual segundo mandato, al que este domingo ha tenido que renunciar frenado precisamente por las críticas a su capacidad física y mental.

Todo iba bien hasta que el pasado 27 de junio, en su debate contra el exmandatario Donald Trump (2017-2021), sus titubeos, frases inconclusas y mirada perdida hicieron saltar las alarmas y destaparon lo que hasta entonces habían sido comentarios minoritarios: las dudas sobre su fortaleza.

Biden proclamó su candidatura para las elecciones del 5 de noviembre el pasado 25 de abril. Lo hizo con la idea de que uno debe terminar lo que empieza y con la convicción de que la vuelta del político republicano al poder supondría una amenaza para la democracia.

Un día después de su desastroso cara a cara televisado con Trump, el primero de este nuevo ciclo electoral, intentó aplacar el temor que su comparecencia había provocado en sus propias filas y en la ciudadanía, para regocijo de los conservadores.

"No me presentaría de nuevo si no creyera con todo mi corazón y mi alma que puedo hacer el trabajo. Hay demasiado en juego", dijo entonces en un mitin.

Le dieron su apoyo público posteriormente los expresidentes demócratas Bill Clinton (1993-2001) y Barack Obama (2009-2017), así como la exsecretaria de Estado y candidata presidencial Hillary Clinton, que en 2016 se le adelantó como eventual sucesora de Obama frenando las aspiraciones del hasta entonces vicepresidente.

Pero ese respaldo no tardó en resquebrajarse. El congresista Lloyd Doggett, representante de Texas, fue el pasado 2 de julio el primer legislador demócrata en pedir en voz alta que pusiera fin a su campaña.

Le siguieron constantes filtraciones en los medios sobre el frenesí del partido al respecto, con convocatorias de reuniones telefónicas, encuentros de Biden con su círculo más cercano y reproches a quienes le asesoraron en su enfrentamiento dialéctico contra Trump.

Finalmente, este 21 de julio el político demócrata cedió a la presión y anunció su retirada. Lo hizo en una carta a la ciudadanía en la que afirmó que cree que debe poner fin a su carrera a la reelección "por el interés del partido y del país".

Una carrera política de 50 años

Le quedan poco más de cinco meses de presidencia, hasta el traspaso de poderes en enero, pero pone así fecha de expiración a una larga carrera política que se remonta a 1973 como senador de Delaware, un cargo que ostentó hasta 2009 con una promoción importante: la vicepresidencia del país de la mano de Obama, uno de los que ha contribuido a hacerle tirar la toalla.

Intentó sin éxito hacerse con la nominación presidencial demócrata en 1988 y 2008 y en los comicios de 2016 decidió no competir en parte por el duelo ante la muerte de su hijo Beau, fallecido de cáncer, y por la falta de tiempo para asentar una candidatura fuerte.

Pero desde que llegó al poder, pese a que en un primer momento dejó caer que solo iba a estar cuatro años, su convencimiento de que no había nadie más apropiado que él para frenar a Trump le han hecho aferrarse al puesto.

Ese convencimiento ha sido impulsado también por la primera dama, Jill Biden, pilar de su vida y de su campaña y, según los medios del país, una de las pocas voces de su entorno capaces de hacerle tomar uno u otro rumbo.

La resiliencia había marcado tanto su carrera como su vida: perdió a su primera esposa, Neilia Hunter, y a su hija de un año, Naomi, en un accidente de tráfico en la Navidad de 1972, justo después de haber sido elegido senador, y aunque entonces se planteó dejar la política, porque resultaron heridos de gravedad sus hijos Hunter y Beau, acabó jurando el cargo.

Hasta ahora parecía que su único obstáculo para seguir en la presidencia tras las elecciones del 5 de noviembre era la creciente oposición de los jóvenes y de la población árabe por el apoyo de su administración a Israel en su ofensiva contra Gaza.

Con su retirada acabará dejando en enero un legado de estabilidad económica, aunque no ha conseguido llevar la inflación al objetivo del 2 %, y de lucha, entre otros, por los derechos reproductivos de las mujeres. La Casa Blanca intentó sin cesar sin éxito que la población se fijara en estos últimos cuatro años de mandato y no en esa "mala noche" frente a Trump que finalmente ha desencadenado su salida.