La primera sesión de la cumbre del G7 arrancó este viernes en la ciudad de Hiroshima (oeste de Japón) con el foco en la economía mundial y después de que los líderes visitaran el Museo y Parque de la Paz y presentaran sus respetos a las víctimas del bombardeo atómico.

Esa primera sesión del G7 consiste en un almuerzo de trabajo entre los líderes de Japón, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Reino Unido e Italia, en el lujoso Grand Prince Hotel, situado en la isla de Ujina, a cinco kilómetros del centro de Hiroshima, y sin acceso a la prensa.

Hiroshima, la primera ciudad en ser bombardeada con un arma nuclear el 6 de agosto de 1945, es la sede de la 49 reunión del Grupo de los Siete, que se celebra entre el 19 y el 21 de mayo y donde se pretende mandar un fuerte mensaje por la paz y en contra de las armas nucleares en el contexto de la guerra de Ucrania.

Visita al parque de la paz de Hiroshima

Precisamente la primera visita de los líderes del G7 ha sido al Museo y Parque de la Paz de Hiroshima. El primer ministro japonés, Fumio Kishida, fue recibiendo a cada uno de los mandatarios y se tomó fotos frente a una vista del cenotafio en memoria de las víctimas de la bomba atómica, donde se conserva el nombre de todas ellas y aparece un epitafio en japonés que asegura que el horror vivido no se volverá a repetir.

En el horizonte tras esta escultura se veían también la llama de la Paz, que permanece encendida desde 1964, y la Cúpula de la Bomba Atómica, un edificio que quedó con su esqueleto metálico totalmente al descubierto tras el bombardeo.

El último mandatario en llegar fue el presidente estadounidense, Joe Biden, que tenía 3 años cuando EE.UU. lanzó una bomba nuclear sobre Hiroshima, y que caminó lentamente junto a Kishida hasta el museo, cuyas inmediaciones se encuentran este viernes cerradas al público con una fuerte presencia policial en la zona.

Biden llegó vestido de negro y junto a la primera dama estadounidense, Jill Biden, también de negro y que llevaba agarrado al traje de su chaqueta lo que parecía ser una grulla blanca, un importante símbolo por la paz en esta ciudad japonesa.

Biden no pedirá perdón

Biden es el segundo presidente de Estados Unidos en visitar el Museo y Parque de la Paz después de que lo hiciera en 2016 Barack Obama, quien dio un emocionante discurso en el que habló de los costes de la guerra y la importancia de acabar con las armas nucleares.

Obama no llegó a pedir perdón entonces por la matanza, tal y como reclamaban supervivientes al bombardeo y otras voces niponas, pero su abrazo a un "hibakusha" (como se conoce en Japón a quienes salieron vivos del ataque) se convirtió en un símbolo de reconciliación entre los dos países.

El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, ya adelantó a la prensa a bordo del avión presidencial Air Force One que Biden tampoco planeaba disculparse por los bombardeos nucleares, que Estados Unidos considera que fueron necesarios para acelerar la rendición de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

La visita, que se produce horas antes del arranque de la cumbre, supone la primera vez que los líderes del G7 acuden juntos el museo. Durante su estancia en 2016, Obama entró al Museo de la Paz pero se quedó en la entrada en una visita que duró en total unos 10 minutos.

Entonces, Obama donó al Museo de la Paz de Hiroshima cuatro grullas de papel, consideradas en Japón un símbolo de paz y reconstrucción, y popularizadas por Sadako Sasaki, una niña que conmovió al mundo en su intento de lograr hacer 1.000 grullas de papel antes de morir consumida por la leucemia en 1955 a causa del bombardeo atómico.

Más de 280.000 víctimas

Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, dijo que este espacio conmemorativo "muestra el doloroso recuerdo de la muerte" y llamó a "asegurarnos de que esto nuca vuelve a suceder", durante una rueda de prensa celebrada poco antes de la visita.

Hiroshima quedó devastada el 6 de agosto de 1945 cuando el avión Enola Gay soltó sobre la ciudad la primera bomba nuclear utilizada en combate real y bautizada como "Little Boy", precipitando la rendición de Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial.

Esta bomba acabó de forma inmediata con la vida de unas 80.000 personas, cerca del 30 % de la población de entonces. A finales de 1945, el balance se elevaba a unas 140.000 y en los años posteriores las víctimas por los efectos de la radiación sumaron más del doble.