- Miles de manifestantes desafiaron ayer en Birmania la represión policial que el sábado costó la vida a dos personas durante una protesta, mientras continúan los arrestos y la junta militar en el poder se enfrenta a una creciente presión internacional.
En Mandalay, la segunda ciudad del país, la represión policial que el sábado se cobró la vida de dos personas no amilanó a los manifestantes, que salieron en mayor número que anteayer y llenaron las calles de gritos y pancartas contra los uniformados, que tomaron el poder con un golpe de Estado el pasado 1 de febrero.
Los dos fallecidos, muertos por sendos disparos de bala, habían acudido en apoyo de trabajadores de astilleros en huelga por unirse al movimiento de protesta y a los que las autoridades querían forzar a trabajar. Al menos otras seis personas sufrieron heridas de bala sobre la treintena de heridos que se registraron en total, según el periódico The Irrawady.
Testigos relataron cómo la Policía reprimió la protesta del sábado con munición real y balas de goma, bombas de gas lacrimógeno, así como con proyectiles metálicos fabricados con tornillos y lanzados con tirachinas.
Con las dos muertes del sábado son ya tres los fallecidos por la represión policial, tras confirmarse el viernes el deceso de Mya Thwe Thwe Khine, una joven de 20 años que murió de un disparo policial en una protesta, y cuyo funeral se celebró ayer en la capital, Naipyidó. Miles de personas se unieron al cortejo fúnebre que recorrió algunas calles de la ciudad, muchos de ellos con fotos de la víctima, que se ha convertido en un símbolo de las protestas contra el régimen militar.
Según los análisis de vídeos y fotografías elaborados por varias organizaciones humanitarias, la joven se desplomó en el momento en que sonó un disparo durante una protesta en la capital que la Policía trataba de disolver con cañones de agua.
La junta militar negó ayer a través del periódico estatal cualquier responsabilidad en su muerte y alegó que, según la autopsia, la bala que la alcanzó no era del mismo tipo que las utilizadas por las fuerzas del orden birmanas.
Además de la represión violenta de las protestas, los militares continúan con la campaña de detención de disidentes, con 569 arrestos desde el inicio del golpe, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos.
Uno de los últimos arrestados fue el famoso actor Lu Min, detenido el sábado por la noche por su apoyo a las protestas contra el golpe, según confirmó su esposa en un vídeo publicado en su perfil de Facebook.
Mu Lin, que ha tomado parte en varias protestas en Rangún, era una de los seis celebridades buscadas por el Ejército desde el miércoles por haber infringido la ley contra la incitación, al haber animado a funcionarios a participar en manifestaciones, y puede enfrentarse a una pena de hasta dos años de prisión.
La violencia policial ha sido rechazada de forma contundente por la ONU, EEUU, la Unión Europea y por grupos defensores de los derechos humanos. La embajada estadounidense en Birmania exigió en un comunicado que los militares detengan la violencia contra los manifestantes en Myanmar, una petición compartida por José Borrell, alto representante de la UE para la Política Exterior, que condenó “con fuerza” la represión.
Estados Unidos fue el primero en censurar la semana pasada el golpe de Estado e imponer sanciones contra el general Min Aung Hlaing, otros nueve oficiales y tres empresas vinculadas al Ejército, mientras la Unión Europea (UE) tiene previsto analizar la posibilidad de aprobar una batería de sanciones. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, afirmó en Twitter que “el uso de la fuerza letal, la intimidación y el acoso contra los manifestantes pacíficos es inaceptable”.