washington - A pocas horas del ataque de Orlando, es todavía difícil predecir si tendrá consecuencias electorales y cuáles serán, pero la primera impresión es que Donald Trump será el beneficiario, como ya ocurrió con los ataques terroristas de Francia y California, cuando propuso prohibir la entrada en Estados Unidos a cualquier musulmán, algo que fue muy criticado dentro y fuera del país, pero entusiasmó a sus seguidores.
Esta vez, la primera reacción de Trump fue neutra, simplemente con un tuit en que señalaba que habían ocurrido cosas terribles, algo con lo que sin duda todos estaban de acuerdo -y no aprovechó el momento para insultar a nadie-. Pero la preocupación por el beneficio que el ataque pueda traer al candidato republicano parece evidente, incluso en la reacción de los líderes musulmanes que, además de apresurarse a condenar la matanza, tenían ya preparada la respuesta a la pregunta inevitable de qué resultado tendrían las propuestas de Trump para evitar más masacres: no habrían servido de nada, porque Omar Mateen no solo era ya residente de EEUU, sino que había nacido en Nueva York y era ciudadano norteamericano.
Todo hace pensar que el gran beneficio para Trump no vendrá de lo que él diga, sino de lo que dirán y ya han dicho sus rivales políticos, empezando por el presidente Obama, que trató de dirigir la indignación popular hacia dos blancos que favorecen al millonario neoyorquino: la homofobia y las armas.
Barack Obama, que habló pocas horas después del atentado, lo aprovechó para reiterar sus posiciones políticas opuestas a la tenencia de armas de asalto, así como para demostrar su apoyo hacia las políticas de tolerancia y aceptación de los homosexuales.
Tanto en uno como en otro punto, Trump puede aprovechar fácilmente tales argumentos para criticar a Obama y, a través del presidente, a su rival demócrata Hillary Clinton, que tanto él como sus seguidores consideran iguales.
Trump, Armas y aplausos Por lo que se refiere a las armas, tiene unos seguidores empeñados en mantener el acceso ilimitado a casi todo tipo de armas y Trump ha obtenido aplausos y apoyo cada vez que ha insistido en que la posesión de armas constituye una defensa en casos de ataques terroristas. Estas personas ven como una intromisión inaceptable las restricciones que Obama propone -y que en este momento no existen-.
En cuanto a los homosexuales, existe por una parte una irritación visible entre los seguidores de Trump por todos los esfuerzos que se han hecho para legalizar su situación y todavía más por las presiones para que toda la población los acepte. Pero es este caso se trata de algo de importancia menor, porque el ataque de Mateen no fue producto de una homofobia general de la sociedad, sino que más bien apunta a las posiciones radicales de los fanáticos islamistas. Y aquí los demócratas tienen un problema porque Obama se ha negado sistemáticamente a culpar al “islamismo radical” por los ataques terroristas. Lo ha hecho en muchas ocasiones, pero ahora parece todavía más flagrante, porque sus declaraciones de este domingo apuntaban a un rechazo general contra los homosexuales como causa del atentado, más bien que a condenar a los islamistas por su intransigencia contra cualquier estilo de vida que no responda a sus ideales. Es decir, que Trump no tendrá ningún problema para añadir a su acusación frecuente contra el lenguaje “políticamente correcto” lo que a muchos les parecerá un diagnóstico disparatado.
La crítica contra la “corrección política” la ha repetido Trump hasta la saciedad y le ha ganado aplausos y seguidores. Ahora, cuesta imaginar una situación en que el discurso oficial haya sido más “correcto” al saltar a una defensa de los homosexuales que a muchos les parece innecesaria y evitar las críticas directas al terrorismo islámico.
hasta las convenciones Si nos fijamos en las encuestas, Trump tan solo va unos 2 o 3 puntos por detrás de su rival demócrata Hillary Clinton y, aunque antes de las convenciones del próximo julio cualquier sondeo tiene poco valor, es fácil imaginar que la ventaja adicional que le prestan los islamistas podría ser suficiente para imponerse a una candidata que, a pesar de su experiencia, su financiación y su apoyo, tiene puntos muy débiles en un año en que los electores parecen rechazar a cualquier candidato tradicional.
Uno puede preguntarse qué interés tienen los islamistas en ayudar a un candidato como Trump. Es fácil encontrar dos repuestas inmediatas: una, que no controlan lo que puede hacer cualquier fanático por su cuenta y otra que, en su visión apocalíptica del enfrentamiento con los infieles, pueden sentir deseos de tener delante a un político radical con prisas por dar una batalla. A fin de cuentas, nadie gana contra Allah...