Había sido un domingo de emociones fuertes en el curro para variar. Si algo necesitaba era un poco de desconexión y tranquilidad. Craso error. Postrado ya en el sofá de casa tras una cruel derrota del Baskonia en el Buesa Arena cuyo dolor ni siquiera se vio aliviado por las expulsiones del Real Madrid antes de visitar Mendizorroza, me quedé completamente de piedra con el terremoto, seísmo o como se llame que nos sacudió al filo de la medianoche. Mientras los pequeños dormían plácidamente, mi esposa se levantó rauda de la cama para llegar al salón. Nos miramos sin saber a qué atenernos ni qué hacer. Fueron unos segundos muy inquietantes que no pueden tomarse a la ligera porque tembló absolutamente todo. Se balanceó hasta la lámpara del techo. Todo surrealista. El mensaje difundido en los teléfonos Android y la tardanza de SOS Deiak a la hora de enviar un mensaje de calma a la población alimentaron más si cabe la incertidumbre, pero por fortuna todo quedó en un susto. La única conclusión que saco de todo esto es que los ciudadanos seguimos siendo muy vulnerables ante este tipo de catástrofes naturales que de vez en cuando nos asolan. La prevención y la autoprotección nos importan bien poco, pero las administraciones públicas también deben informar más y, sobre todo, mejor.