Compruebo con indudable preocupación el cariz que está tomando la situación política en los Madriles. Me da a mí al hocico de fino analista político que Dios me ha regalado que había líneas rojas que delimitaban el decoro y la decencia en el desempeño político que cierta gente se ha pasado por el arco del triunfo en su búsqueda desesperada del poder. Insultos, vejaciones públicas, mentiras, mala educación como bandera... Me imagino que en la oposición hace mucho frío y que una generación completa de gentes de bien y de provecho, con txartela en esas opciones que bebieron de las mieles que facilitaban a los suyos la dictadura, la represión y la caspa, ya se ha cansado de observar las reglas democráticas y ha decidido tirar por la calle del asilvestramiento intensivo. Lo cierto es que cada vez que escucho a alguno de los que acostumbran a berrear en el estrado parlamentario o ante los micrófonos de los medios de comunicación y de los de los pseudocomunicadores me da la impresión de que sube el pan. Y lo peor es que no se dan cuenta de que por aquello de las leyes de la vida y de la selección natural, tarde o temprano les tocará llevar la batuta. A ver si para entonces, sus astracanadas no han devastado el ecosistema democrático que existía.