Fin de semana de pretendidos grandes titulares políticos el que acabamos de padecer. Tanto el PSOE, como el PP han cerrado grandes citas orgánicas, unos, para rearmarse e intentar cerrar en seco el episodio de corrupción sobrevenida ligado a Santos Cerdán que ha dejado a más de uno con el paso cambiado; los otros, para posicionarse como gran alternativa a quienes gestionan en la actualidad el Ejecutivo central. En cualquiera de los casos, a este que escribe y suscribe –digo yo que por el descreimiento absoluto que me invade desde hace eones, por aquello de que más sabe el Diablo por viejo que por Diablo–, le da la sensación de que sean unos u otros los que porfíen o los que aguanten carros y carretas, como las opciones que copan los noticiarios televisivos estatales, lo único que interesa es alcanzar el poder o, en su defecto, mantenerlo, y no por tener la oportunidad de poner en marcha iniciativas para mejorar la vida de las personas y de la sociedad en general. Parece que el objetivo de ganar unas elecciones o de quedar bien situado en ellas no se sitúa en la oportunidad de hacer política, sino que consistiría en vivir en ella. Seguro que me equivoco dadas mis escasas capacidades de analista con las que Dios me ha dotado, pero ahí lo dejo.
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