Vaya final de temporada que nos han dado los chicos del Deportivo Alavés. El equipo estaba en dificultades, pero ha logrado sobreponerse para lograr permanecer un año más en Primera División. Y eso no es moco de pavo, ya que el curso que viene será el número 20 entre los más grandes del fútbol estatal y el número 9 de las últimas diez campañas. Supongo que nos está malacostumbrando. Parece que es normal que la zaga babazorra se pelee con los mejores delanteros del Barça, o que los arietes con la zamarra alavesista luchen cada balón con los centrales merengues, o que nuestros medios traten de golear al portero colchonero o que Mendizorroza acoja a las aficiones del resto de equipos de Euskal Herria en unos derbis de impresión. Y, sin embargo, la historia dice que, junto a los momentos de gloria, por desgracia, aún pocos (aunque muy intensos) hay otros muchos que recuerdan campos de tercera, barro hasta las rodillas y rivales de pueblos con difícil conexión incluso para llegar en autobús. Suelen decir que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, así que será mejor evocar el espíritu de unidad surgido en la ciudad para apoyar al equipo en los momentos más complicados para apuntalar al equipo entre los más grandes durante eones.
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