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Mesa de Redacción

César Martín

Épocas

Tengo mi puesto de trabajo inundado de papeles, algo insólito en este mundo digitalizado al extremo que nos está tocando sufrir. Supongo que tal circunstancia obedece a una obsesión generacional por tener al alcance de la mano algo físico, maleable, con forma, volumen, peso y grosor, para poder hacer con ello un rebujón y lanzarlo contra una pared cuando las cosas se tuercen, que en este negocio en el que me toca pasar horas y días, suele ser a menudo. Ese lanzamiento, como demostración de desproporcionada muestra de desacuerdo, siempre tiene un efecto más dramático que mover con un dedo el scroll de una pantalla y poner cara avinagrada. En fin, supongo que cada época tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo que ocurre es que, como le ocurre al que escribe y suscribe esta breve reseña, hay gente que ya atesora diferentes época en el DNI, por aquello de la acumulación de vivencias, experiencias y, sobre todo, años. Todo ello, en una especie de síndrome de Diógenes vital, me convierte en un especimen con tantas contradicciones que, en según qué ocasiones, me cuesta reconocerme como residente de hecho y de derecho de esta década en la que el ahora ya es pasado, y en otras, sin embargo, me sorprendo a mí mismo haciendo piruetas digitales con la normalidad que requiere la situación.