El viejillo que intentó hace un par de semanas crear un búnker subterráneo en nuestro amado templo del cortado mañanero lleva desde ayer descojonado de la risa. Ni nuestro querido escanciador de café y otras sustancias ni otros aitites le permitieron hacer el hoyo, pensando que el buen señor había perdido ya definitivamente el oremus. Pero resulta que ahora son voces oficiales de la cosa europea las que hablan de estar prevenidos, de hacer acopio de alimentos y de que no es que vaya a empezar la III Guerra Mundial, pero vaya usted a saber. Y aunque en el local, la mayoría sigue pensando que el alarmismo está un pelín disparado, el del pico y la pala está ganando adeptos para la parroquia. Y están ideando cómo podrían establecer un escudo antimisiles en el local de nuestras entretelas, para lo que se ha propuesto dar uso a un bote tipo industrial de supuesta mayonesa con la que el becario –o sea, el hijo del dueño– nos suele hacer los pintxos de atún. Bueno, el pescado también es supuesto, según las malas lenguas. Además, se ha solicitado el listado de proveedores del bar para pedir más de todo, que cualquier conflicto posible nos puede pillar hambrientos o sin papel del baño, pero no sin unos vinos y unas cervezas en condiciones.
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