En fin, que parece que esto va para largo. Me refiero al enrocamiento del presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, en su empeño por no informar sobre qué almorzó en El Ventorro el día en el que sus asuntos de agenda le impidieron tratar de gestionar las emergencias derivadas de una dana que se llevó por delante a 228 personas, rasgó la vida de otras miles y provocó decenas de millones en pérdidas materiales. Las eventuales consecuencias judiciales y políticas derivadas de la gestión errónea de la tragedia, de haberlas, llegarán cuando toque y en las jurisdicciones en las que toque. Sin embargo, a mí, me pica la curiosidad por saber qué manjares fueron capaces de subyugar y atar a la mesa al político popular e impedir que acudiera raudo y veloz a tratar de paliar las consecuencias de una tragedia sin parangón en el Estado español. Supongo que hay sabores que todo lo pueden, incluido el sentimiento de responsabilidad. Sé que es ventajista escribir lo que escribo sobre el particular desde la distancia y con los datos conocidos ya en la mano, pero el caso es que yo no trabajo al frente de un gobierno votado por los ciudadanos para gestionar las políticas públicas nacidas para mejorar la calidad de vida de los valencianos.
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