Cuando entra alguien nuevo, siempre hay miradas cruzadas e investigadoras. Si la visita se repite varias veces, de los zurrumurrus se pasa a preguntar directamente: ¿y tú de quién eres?. Pero los viejillos de nuestro querido templo del cortado mañanero llevan dos semanas más tiesos que los suricatos, con los ojos como platos. Resulta que hay dos nuevas habituales que se pasan por el local a las tardes. Claro, el primer día fueron objeto de análisis, sobre todo porque no es habitual, todo hay que decirlo, ver a gente joven de verdad entre estas paredes. Al tercero, ya les sometieron al tercer grado con gota malaya. Al quinto, en el bar nos sabíamos la vida y milagros de ambas de principio a fin. Pero fue al sexto cuando se encendieron todas las alarmas entre los aitites más recelosos. Conocedoras de las cenas de los viernes, han preguntado si pueden apuntarse a la de esta semana. Y claro, hay abueletes que han empezado a elucubrar, aduciendo que se están acoplando muy rápido y que algo buscan, que o son agentes del CNI, o de alguna secta o extraterrestes. Les extraña que haya dos personas jóvenes a las que les guste tomarse un vino, echarse un pintxo y cenar con unos desconocidos para decir tonterías, reírse un poco y, tal vez, caer en el pecado del mus.
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