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Mesa de Redacción

Carlos González

Sin red

Tenemos a uno de los viejillos de nuestro querido templo del cortado mañanero con los nervios atacándole al estómago. No le entra ni el tinto de mediodía. Se siente muy responsable y no sabe si va a estar a la altura. Resulta que su nieta mayor se le plantó el otro día delante y le dijo, al parecer muy seria, que necesitaba su ayuda. Según el relato, la muchacha, que debe rondar los 15, ha decidido que no se fía del móvil del que, todo hay que decirlo, no se ha despegado desde que se lo compraron en pandemia. Cuenta el aitite que a su descendiente no le está gustando nada lo de que los machotes norteamericanos que controlan las redes sociales que ella usa –bueno, CaraLibro no, que es de gente mayor– estén por ahí haciendo saludos nazis y haciéndole la pelota al nuevo jefe del mundo, que es un misógino de tomo y lomo. Así que ha decidido vivir sin red, bueno, sin redes, y le preguntó a su abuelete cómo puñetas se pasa por la tierra sin nuevas tecnologías. Quería saber qué hacía él de joven para relacionarse y enterarse de las cosas. Ahí es donde al viejillo le entró el ataque de responsabilidad que le tiene medio loco. Nuestro amado escanciador de café y otras sustancias le ha aconsejado que se traiga a la jefa al bar para socializar un rato, aunque el resto no sabemos si es buena idea.