Dicen que el mundo se acerca inexorablemente a una encrucijada y que, una vez seleccionada la senda a recorrer, no habrá vuelta atrás. Sin ánimo de ser agorero, la verdad es que todo presagia la llegada de una realidad que, como poco, será diferente a la que estamos acostumbrados. La movilidad cambia poco a poco. El sistema energético y de generación, también. Qué decir del ámbito laboral y empresarial con la digitalización galopante, o los cambios en los hábitos de consumo, que están ocupando y preocupando a quienes se dedican, por ejemplo, a hacer vino tinto, cada vez menos consumido, o a vender ropa multimarca en un pequeño comercio de Vitoria, cada vez con menos mercado, o a hacer pan cada día para clientes que cada vez compran menos barras. Tampoco están libres de esta situación quienes gestionan un local de comidas, ya que cada vez se lleva más aquello del delivery, ni los responsables de autoescuelas, ya que cada vez hay menos gente dispuesta a sacarse el correspondiente carné habilitador, ni quienes han trabajado el ocio nocturno, en declive frente al tardeo. En cualquier caso, no se asusten. Sé que da mucha pereza, pero es ley de vida, porque cada generación ha tenido que atravesar su particular Rubicón.
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