“Hitler era comunista”. No salgo de mi asombro. Lo dice Alice Weidel, candidata de Alternativa para Alemania (AfD), que hablando en plata es la ultraderecha germana (y se lo dice a Elon Musk, autoproclamado master del universo, que sin pudor está utilizando el trampolín político que le ha comprado a Donald Trump para jugar a la geopolítica en favor de su imperio empresarial). Esto podría ser simple evidencia de que hemos llevado lo del relativismo y el fin de las ideologías demasiado lejos. Pero me temo que ni siquiera esto lo explicaría. Me temo que es mucho más complejo y, en el fondo, muy simple: identificar un enemigo, armar un discurso muy sencillito para que cale hasta los huesos y esperar a que cale. Más viejo que el hilo negro. Lo escribía ayer aquí, la verdad ha sido proscrita; la mentira es el arma. Así que vamos a desmentir: no, Hitler no era comunista. Hitler era fascista, fascista pata negra, nazi fundador, epítome de la extrema derecha. Más aún: Hitler persiguió, entre otros, a los comunistas. Weidel igual prefiere taparlo un poco, quizá porque le estropea algún intento electoral de desdiabolización de sus siglas a lo Le Pen en Francia. Pero la verdad, la única verdad, es esa. Y lo otro, solo una mentira, otra más.
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