Habrán visto la imagen, Donald Trump, camisa blanca impoluta y sempiterna corbata roja, a los mandos de una freídora de patatas fritas de un McDonald’s en Pensilvania, uno de los estados clave el próximo 5 de noviembre. Pura fantasía. Ha sido su manera de trolear a Kamala Harris, a la que acusa de mentir cuando contó que había trabajado un verano en uno de los locales de la cadena cuando era estudiante. Le debía de preocupar a Trump el asunto, la currela frente al millonario, y se plantó a freír patatas. “Realmente he querido hacer esto toda mi vida”, dijo Trump a los periodistas. Supongo que el descojono aún durará entre los plumillas. Pero el surrealismo, quizá mejor el esperpento, no conoce límites, tampoco en Estados Unidos –Hollywood está tardando en descubrir a Berlanga–: uno de los mayores apoyos de Trump, el inquietante Elon Musk, ha prometido dar de forma aleatoria hasta un millón de dólares al día a votantes registrados en estados clave que firmen una petición del America PAC, el comité con el que está invirtiendo decenas de millones de dólares en apoyo al candidato republicano. Y es que las encuestas están vaticinando para el 5 de noviembre una de las elecciones más ajustadas del siglo. Así que parece que sí, París bien valió una misa y la Casa Blanca, una doble con queso.
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