Fue Andy Warhol quien dijo “en el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”. He creado una cuenta nueva de Instagram para mi uso personal y el algoritmo me ha enseñado una vez más su más burda cara. Sin tener ningún dato sobre mí, empezó por mostrarme influencers por todos los lados. Como veía que no hacía caso, pasó a los deportes. Más tarde cambió de estrategia para mostrarme memes, luego política y por último gore. Lo único que tenían en común todas estas imágenes y vídeos era el esfuerzo casi enfermizo por destacar. No creo que nadie busque la iluminación en el pozo del algoritmo, pero no recordaba la basura que tiene que despejar un usuario hasta encontrar una luz que no intente quemar a las demás. Y fue ahí, cuando estaba a punto de eliminar mi cuenta, cuando el algoritmo comenzó a mostrarme posts que no llegaban a los 50 likes, pero estaban cargados de sentimiento. Fotos tranquilas, hechas a fuego lento, realizadas por usuarios que parecen ajenos a la lucha por los clicks. No sé si Warhol diría que son famosos, pero me parece que ni a ellos ni a sus seguidores le importa. En un mundo en el que reina la economía de la atención, quizás el verdadero lujo sea poder hacer cosas sin una audiencia.
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