Hay un aforismo que dice que las guerras empiezan antes del primer disparo. En el caso del conflicto de israelíes y palestinos esto es casi una tautología. Ni el todopoderoso servicio de inteligencia israelí lo vio venir, ni la barrera de la frontera de Gaza, considerada prácticamente inexpugnable por los isralíes, sirvió de nada. Pero Hamás, dicen los expertos, ha conseguido colarle a Israel un gol de estrategia militar. ¿Y ahora qué? Porque en la lógica acción-reacción-acción en la que se desarrollan los conflictos armados solo cabe esperar una escalada de destrucción y muerte. No obstante, esta “guerra larga y difícil”, en palabras de Benjamin Netanyahu, tiene otros efectos además del drama vivido y que sigue viviendo bajo los disparos. En clave interna israelí, esta situación bélica puede ser, curiosamente, un acicate para Netanyahu que lidiaba hasta ahora con una crisis político-institucional y social con pocos precedentes en el país. Por otra parte, Hamás se reivindica y da un golpe en el tablero geopolítico internacional, dicen algunos expertos que con el apoyo de Irán, en detrimento de la posición de Arabia Saudí –embarcada en el plan de Washington para la normalización diplomática entre Israel y Riad–, que a su vez mantiene su propia pugna con Qatar. Detrás de los disparos y la sangre están pasando cosas que explicarán en buena medida lo que ha de venir.