El Congreso de los Diputados ha vuelto a regalarnos otra semana impagable, aunque de nuevo para avergonzarnos un poquito más de la clase política. Desde luego, nuestras señorías que tan angustiados llegan a fin de mes y viven a cuerpo de rey han vuelto a demostrar que están hechos de una pasta especial. Ya que casi siempre son incapaces de arreglar los problemas de la gente, al menos debemos agradecerles los buenos ratos que nos hacen pasar a los ingenuos como yo que decidimos torturarnos al sentarnos delante del televisor a presenciar lo que daba de sí el intento de investidura del señor Feijóo. Alguno bostezaba sin el más mínimo rubor, otra introducía su dedo en la nariz para quitarse un moco –lástima no tener un pañuelo a mano–, dos iluminados se despistaban a la hora de emitir su voto –menos mal que únicamente había que levantarse para decir sí o no–... La alarmante falta de preparación de algunos de nuestros representantes era de sobra conocida, pero estaría bien que por lo menos trataran de disimularla. En momentos donde las preocupaciones de los ciudadanos son amplias y variadas, ¿realmente merecemos políticos de este calibre? El circo de la incompetencia no es entretenimiento, sino una bofetada a la confianza de los ciudadanos.