Voy a ser clara, a ver si así lo entendemos de una vez por todas: “¡Dejad de prometer cosas a los niños que sabéis de primeras que no vais a poder cumplir!”. Es verdad que todos y todas lo hemos hecho alguna vez, sobre todo las madres y los padres con sus propios hijos. No paran de pedirnos algo, hemos tenido un día agotador y tenemos mil cosas por hacer, pero ellos siguen insistiendo. Insisten tanto que al final optamos por prometerles lo primero que se nos pasa por la cabeza, sin que realmente estemos pensando bien lo que estamos haciendo. Me refiero menos a estas situaciones, que pasan y deberíamos evitar, que a las que hacen los demás con nuestros hijos e hijas. En mi caso al menos, son muchas (¡demasiadas!) las veces que prometen algo a mi hija sabiendo que no lo van a cumplir. “Es broma, no se entera”, me comentaba alguno. ¿Os habéis parado a pensar en la de veces que luego ella me lo recuerda? ¿Os dais cuenta de que cada día me pregunta si ya ha llegado el momento en el que lo prometido se cumpla? Recordad que aunque para nosotros esa promesa sea algo trivial, para un niño es sagrada. Cuando se da cuenta de que la promesa no se va a cumplir, lo más probable es que se sienta triste, dolido, enfadado y tremendamente defraudado o desilusionado. ¡Basta ya!