Nuestros vecinos navarros se han sumergido ya de lleno en las fiestas por excelencia que son también un imán para muchos alaveses, que seguro han desbarrado por los bares de Pamplona y corrido delante de los toros en las primeras horas sanfermineras. Esta celebración marca la cuenta atrás hacia nuestras propias celebraciones, con La Blanca a la vuelta de la esquina. Y, qué quieren que les diga, pese a la que está cayendo parece que todos, o una inmensa mayoría, tenemos ganas de jarana. Y ahí están, como ejemplo cercano, las sucesivos festejos de los barrios vitorianos que están siendo masivos como pocas veces se recuerda. Dos años perdidos por el covid han desatado entre muchos el deseo de volver a vivir unas fiestas como las de antes –sí, el coronavirus sigue ahí, pero va a seguir estando y ya toca asumir que se va a quedar entre nosotros como una enfermedad más de las muchas que nos afectan–, con las calles llenas y el alboroto de las multitudes desatado. Con su Celedón, sus pañuelos al cuello, sus baños en las fuentes, sus cubos de agua desde los balcones, la Kutxi intransitable, los suelos pegajosos, las barras atestadas, los empujones y los blusas y su algarabía. Las fiestas de siempre, al fin y al cabo, que ya se empiezan a oler.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
