Los supuestos entendidos en la materia, sí todos esos politólogos, economistas y variopintos tertulianos que van impartiendo lecciones a diario por los platos de televisión con los estudios justos, nos han metido el miedo en el cuerpo. Todos nos recomiendan que salgamos por última vez este verano en masa a la calle para comprar las últimas gangas en las rebajas, que no dejemos de llenar los negocios de hostelería, que agotemos nuestros ahorros en los hoteles pese a los precios disparatados y hagamos cientos de kilómetros por las carreteras obviando la estafa del coste de la gasolina. Y todo ello porque el próximo otoño llegará por desgracia el apocalipsis. Vale que las estamos pasando canutas y que esta puñetera inflación va camino de multiplicar por miles el número de pobres en este santo país, pero no es menos cierto que quizá estamos creando un alarmismo exagerado. Muchas veces pienso que esta especie de eruditos, con tal de seguir al pie del cañón y cobrar por sus apariciones públicas, compiten para salirse del guion y soltar tonterías que no vienen a cuento. Digo yo que será mejor ir día a día y esperar qué nos deparan los acontecimientos antes de lanzar proclamas de este tipo. Por algo prefiero que mis hijos consuman más tele en el verano.