Estamos en época de buenos deseos, tanto para uno mismo como para los demás. Uno de los más repetidos es el de tener salud. Decía la canción que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Sin duda, el desahogo económico y la correspondencia amorosa son anhelos legítimos y compartibles, pero si tengo que elegir me quedo con la salud, indispensable para disfrutar de lo demás.

Para conservarla son necesarios hábitos saludables y que el destino no nos depare una de esas enfermedades que le dan la vuelta a todo. Cuando el malestar nos llega confiamos en nuestro sistema sanitario, sustentado por profesionales que llevan meses reclamando mejoras en sus condiciones y más recursos.

Dentro de esas demandas, en las últimas semanas se viene oyendo más fuerte la de los médicos, que denuncian su exclusión de las mejoras logradas en las mesas de negociación. Como respuesta a sus demandas he oído y leído acusaciones de clasismo, privilegios e insolidaridad.

Lo que todavía no he conseguido encontrar es qué justificación se da para que sigan siendo obligados a hacer guardias de sol a sol, por qué no cobran como extras las horas que sobrepasan su jornada o cuál es el motivo de que éstas no coticen de cara a la jubilación. Igual resulta que para cuidar de los guardianes de la salud falta dinero y un poco de amor.