Pues no sé muy bien qué decir. Hace unas horas eché un buen rato periodístico a la jornada electoral celebrada en Andalucía, que ha consagrado a Juanma Moreno Bonilla al frente de la Junta con una mayoría absoluta histórica. Durante el recuento y con las conexiones con los diferentes contendientes políticos, algunos de los perdedores no fueron capaces de dar a torcer su brazo e, incluso, hubo quien quitó hierro al asunto tras haber logrado los peores resultados de su historia en las urnas en aquella comunidad autónoma. Todo ello me hizo reflexionar sobre la jaez de alguno de los portavoces llamados a representar las voluntades ciudadanas desde el marco institucional democrático. Porque, bien analizado, son muchos los que hacen un flaco favor a la política cada vez que abren la boca y demuestran sus capacidades (o la ausencia absoluta de estas). En fin, supongo que, al final, cada comunidad soporta lo mejor que puede a los gestores que Dios o la providencia ponen en el camino. Aún y todo, es difícil ocultar la decepción y la cada vez más amplia desconexión hacia una clase de personas y personajes que se antojan del todo prescindibles para alcanzar y desarrollar el bien común. En cualquier caso, dicen, en todas las casas cuecen habas.