Se ha muerto Ozzy Osbourne. Se nos van los viejos rockeros y a mí poco a poco se me va muriendo, rastro a rastro, la juventud con ellos. Me pongo nostálgica y al final, cosas de la edad y del heavy metal supongo, se me afilan el alma y la mala baba. Y Ozzy, desde la gloria infernal del metal en la que esté, me ha brindado sin pretenderlo y sin saberlo un ratito de venganza en mi particular pelea con el algoritmo de Instagram, que es tanto como luchar con el señor Zuckerberg: batalla digital perdida. Así que, por un día al menos, el puñetero algoritmo me ha inundado de sugerencias de publicaciones sobre Black Sabbath y Ozzy Osbourne y han aparecido en catarata gente como Metallica, Foo Fighters, Aerosmith, Eric Clapton, Brian May, Patti Smith... Sé que mañana el algoritmo volverá a ganarme y a ofrecerme un montón de publicaciones que me interesan un comino para recordarme que, idiota de mí, siempre siempre tiene la sartén por el mango, incluso cuando pienso que no es así. Pero yo por un ratito me quedo con la despedida de Ozzy en su Birmingham natal poco más de dos semanas antes de fallecer. Mermado pero no vencido, el príncipe de las tinieblas entonó Mama, I’m Coming Home. “Los tiempos han cambiado y los tiempos son extraños”, comienza la canción.